Era una sensación ambivalente, porque en parte teníamos ganas de volver a Pekín y visitar algunos de los lugares emblemáticos que nos quedaban pendientes, pero por otra parte sabíamos que ir hasta allí significaba que empezábamos la última etapa de nuestro viaje. Ya no visitaríamos nuevas regiones ni cambiaríamos más de ciudad, y en tan solo 4 días estaríamos volando rumbo a Madrid poniendo punto y final a un largo viaje de tres semanas por el gigante asiático, aunque no quiero adelantar acontecimientos porque todavía nos queda mucho que ver, vivir y sentir por tierras chinescas.
A continuación encontrarás el relato completo del decimoséptimo día de nuestro viaje a China...
Eran solo las 7:00 de la mañana cuando sonó el despertador, pero como habíamos dejado todo preparado la noche anterior, no tardamos prácticamente nada en vestirnos, coger las mochilas y plantarnos en recepción para hacer el Check-out.
Como os comenté en el artículo Diario de un viaje a China: rumbo a la deslumbrante Shanghai, el día que llegamos a este hostel nos pidieron una fianza de 600 yuanes que conseguimos rebajar a "tan solo" 300 yuanes.
Pues bien, llegado el momento de ajustar cuentas, pagamos las noches que teníamos pendientes y solicitamos la devolución de la fianza.
Los dos chicos de recepción estuvieron hablando entre ellos un par de minutos, y buscaron y rebuscaron un rato hasta que al final nos dieron 3 billetes de 100 yuanes perfectamente colocados.
En este momento no sospechamos nada, pero al día siguiente descubriríamos que nos habían colado un billete falso entre dos billetes verdaderos, así que ojito con las vueltas que estos chinos son muy cucos.
Por cierto, para el que no se haya leído los artículos anteriores, el hostel en el que nos alojamos y donde nos timaron con la fianza es el Phoenix hostel Shanghai, muy bien situado y con un precio bastante asequible pero con un personal (al menos los dos espabilados de recepción del último día) que lo convierten en una opción NO recomendable.
Ignorantes de que nos acababan de colar un billete falso, salimos del hostel y nos fuimos caminando con las mochilas a cuestas hasta la People's Square, donde cogimos la línea 2 del metro hasta la estación de Hongqiao Railway Station.
Tras pasar los controles de seguridad de la estación, localizamos el andén desde el que salía nuestro tren y nos sentamos a esperar hasta que nos dejaron pasar.
15 minutos antes de la hora de partida, las 9:00 de la mañana, se abrieron las puertas del segundo control de seguridad y prácticamente acabamos entrando al tren arrastrados por una marea humana que parecía ansiosa por acomodarse en sus asientos.
Con gran puntualidad el tren bala se puso en marcha y empezó a coger velocidad poco a poco hasta alcanzar los 300 kilómetros por hora.
Algo que nos impactó sobremanera fue que durante la primera hora de trayecto los edificios siempre nos acompañaron a ambos lados de las vías del tren. Unas veces eran pequeñas viviendas unifamiliares y otras veces inmensas ciudades que desaparecían a lo lejos entre la neblina, pero lo más inquietante eran las decenas de rascacielos residenciales que estaban en construcción.
¿Cuánta gente viviría en esos primeros 300 kilómetros del trayecto?
¿Cuánta gente vivirá en esta misma zona dentro de un par de años cuando se terminen todos esos nuevos bloques de edificios?
¿Qué pasará cuando estalle la burbuja inmobiliaria China?
Es simplemente alucinante, porque jamás habíamos visto tal cantidad de edificaciones durante tanta distancia (no sabemos si habitadas o no), pero lo que realmente da miedo es la velocidad a la que están creciendo los pueblos y ciudades de un país tan inmenso a la vez que siguen surgiendo megaciudades de nueva construcción repartidas por toda su geografía.
Entre comentar la obsesión casi enfermiza que tiene esta gente con la construcción y comparar su situación actual con lo que ha sucedido en nuestro país con la burbuja inmobiliaria, echar alguna cabezada y ojear la guía de viajes de China, los 1318 km. que separan Shanghai y Pekín pasaron volando.
Cuando nos quisimos dar cuenta el tren estaba decelerando para hacer entrada poco antes de las 14:00 en la Beijing South Railway Station, una flamante estación de ferrocarril inaugurada en 1897 pero reconstruida en 2008 coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos.
Nos echamos las mochilas a la espalda y ojeamos el plano del metro para ver qué líneas teníamos que coger para llegar hasta el hotel donde nos alojamos los primeros días, pero al comprobar que no había buena combinación, que nos esperaba un trayecto de más de una hora y que luego tendríamos que ir caminando durante 15 minutos cargados con las dos mochilas, decidimos coger dos taxis hasta el hotel.
Acordamos un precio de 50 yuanes por taxi (6€), y quedamos en encontrarnos en la recepción del Hotel Beijing Traditional View, donde intentaríamos reservar 3 habitaciones.
El taxi en el que íbamos Rodo, Sara y yo lo conducía un chino que no hablaba ni media palabra de inglés, todo lo contrario que en Shanghai, así que ya habíamos vuelto a las andadas de los primeros días del viaje.
Tras un trayecto de algo más de 20 minutos llegamos a nuestro destino, pero como en Pekín, la gente tiene la manía de subirse al taxi antes de que hayan salido los anteriores usuarios, un tío se sentó a mi lado mientras yo le pagaba al taxista y Rodo y Sara empezaban a sacar las mochilas del maletero.
Cuando salí del taxi y me dirigía hacia el maletero, el taxista se debió pensar que ya habíamos sacado todo nuestro equipaje y arrancó con el maletero abierto dejándome con una cara de: "¡joder que me quedo sin mochila!".
Me costó reaccionar décimas de segundo, pero al ver que se alejaba eché a correr unos 30 metros y alcancé al taxi y le di dos sonoros manotazos en el maletero.
Al oír el ruido el taxista paró y se bajó con cara de no entender nada, pero cuando me vio sacando las mochilas con el portón del maletero abierto de par en par se dio cuenta de la situación y empezó a contarme en chino lo que había pasado (o al menos eso es lo que yo me imagino) mientras se descojonaba y me pedía perdón por señas.
Cuando volví junto a mis compañeros de viaje me los encontré con una cara de ¿esto ha pasado de verdad?, y nos empezamos a descojonar mientras caminábamos por el estrecho hutong rumbo al lugar en el que habíamos quedado con el resto de miembros del grupo.
Tras contarles la anécdota del español que perseguía taxis por las calles de Pekín y reírnos de la situación, entramos a la recepción del Hotel Beijing Traditional View para preguntar si había habitaciones disponibles y su precio.
Sí que tenían varias habitaciones libres, pero el importe era algo superior al que habíamos pagado los dos primeros días de estancia en China, concretamente 10€ más por habitación y día, así que decidimos mirar en algún hotel de los alrededores.
Mientras Jesús y yo nos fuimos al hotel en el que estaba situada la agencia de viajes de Michael (¿os acordáis del chaval que nos salvó del desastre el día que llegamos a Pekín?), el resto del grupo se quedó buscando otros alojamientos en la web de trivago.es
El cuchitril que nos enseñaron en el hotel dónde Jesús y yo fuimos a buscar habitación nos hizo salir escopeteados de allí al ver las paredes negras por la humedad, suciedad por todas partes y menos iluminación natural que una cueva submarina.
Al pasar por la agencia de viajes en la que organizamos y planificamos nuestros primeros días en China, Michael nos reconoció y salió a saludarnos y a preguntarnos por el viaje.
Después de charlar un rato con él nos llevó hasta una columna y nos dijo: "mirad, ya he colgado la foto que nos hicimos aquí hace 10 días" y efectivamente, allí estaba nuestra foto junto al centenar de viajeros que en algún momento de su vida habían pasado por esta agencia.
Al volver le contamos al resto del grupo todos los detalles de la habitación del hotel de los horrores y nuestro reencuentro con Michael.
Ellos nos dicen que no han encontrado ningún hotel mejor que el Beijing Traditional View en los alrededores, así que decidimos quedarnos allí y pagar los 380 yuanes/día (46€) por habitación doble.
Una vez hecha la reserva para las cuatro noches siguientes, dejamos las mochilas en las habitaciones y nos reunimos en una de ellas para decidir que podíamos hacer por la tarde para aprovechar el resto del día.
Eran casi las 16:00 de la tarde y aún no habíamos comido, además, la mayoría de atracciones turísticas cierran entre las 17:00 y las 18:00, así que decidimos visitar el Mercado de la seda y aprovechar toda la tarde para hacer compras en el paraíso de las imitaciones y el regateo más frecuentado por los turistas que visitan Pekín.
Comimos de camino a la estación de metro de Beixinqiao, donde cogimos la línea 5 y posteriormente la línea 1 hasta la parada de Yong'anli, situada en las inmediaciones del Silk Market o Mercado de la Seda.
Nada más entrar a este enorme centro comercial de las
Al igual que nos sucedió en el mercado de imitaciones de Shanghai, comenzamos todos juntos, pero al poco rato ya estábamos dispersos o en grupos de 2 regateando e intentando rebajar el precio de sudaderas, jerséis o zapatillas.
El proceso de compra es exactamente el mismo que os conté en el artículo Diario de un viaje a China: contrastes de Shanghai, pero al haber más puestos y más potenciales clientes, el regateo nos pareció más complicado que en Shanghai.
En cuanto hayáis entrado en 3 o 4 tiendas empezaréis a distinguir las buenas imitaciones de las más cutres, y en tan solo una hora os habréis convertido en auténticos maestros del regate para que no os agarren del brazo y os metan "a la fuerza" en todas las tiendas por las que paséis.
El truco para disfrutar esta experiencia está en intentar pasárselo bien regateando, porque si no se puede hacer un poco agobiante y desesperante dedicarle más de media hora a cada artículo que queremos comprar.
Ah, y que no os extrañe escuchar todo el rato a españoles pegando voces por el mercado y soltando frases como:
¡Manolo corre ven, que aquí tienen las zapatillas del niño!
¡Mari ese no es el bolso que le gusta a tu madre!
¡Joder las zapatillas que estaba buscando y el p..o chino no me baja el precio!
Tres horas más tarde y después de habernos pateado decenas de tiendas este fue mi botín, aunque como os enseñaré más adelante se quedó muy corto comparándolo con el de uno de mis compañeros de viaje:
Polo "Ralph Lauren": 50 yuanes (6€)
Zapatillas "adidas": 90 yuanes (11€)
Bolso "Louis Vuitton": 140 yuanes (17€) tras mucho regateo y comprar 5 bolsos en la misma tienda.
A 5 minutos de que cerrase el mercado nos encontramos todos en la puerta y empezamos a enseñarnos nuestras compras mientras veíamos al resto de turistas cargados de bolsas subirse a los autocares que los habían traído de excursión a gastarse las pelas al Mercado de la Seda.
Cargados con nuestras compras, nos metimos en un metro mucho más abarrotado de lo normal y bastante más parecido a la imagen que todos tenemos de los metros chinos.
Mientras esperábamos la llegada del siguiente convoy, vimos que todo el mundo se arremolinaba en torno a las pantallas de televisión distribuidas por el andén.
Como nos picó la curiosidad, nos acercamos a una de ellas y pronto entendimos lo que pasaba. Su gran ídolo, el primer atleta chino en conseguir una medalla de oro olímpica en los juegos de Atenas 2004, Liu Xiang, estaba a punto de comenzar la primera ronda de la prueba de los 110 metros vallas en las Olimpiadas de Londres 2012.
Tras su lesión de 2008 que le impidió competir en los JJOO de Pekín, todo el país estaba pendiente de su regreso y confiaba en la reedición del oro olímpico que consiguió en 2004.
"A sus marcas..., listos..., ¡Ya!"
Se hizo el silencio. Comenzó la carrera. Llegó el convoy de metro pero nadie se movió, no importaba porque tampoco el metro cerró sus puertas. Nadie bajaba o subía, nadie se movía en el andén, todos tenían sus ojos clavados en las pantallas de televisión...pero llegó la tragedia.
El atleta chino tropezó con la primera valla y se fue al suelo. Un enorme ¡OOOOOHHHHH! de decepción se escuchó por todo el andén. Yo creo que incluso algunas lágrimas empaparon los ojos de algunos de los presentes mientras contemplaban incrédulos una y otra vez la repetición de la caída de su héroe.
Durante unos minutos el país entero se detuvo. 1200 millones de personas contuvieron la respiración, pero al final reaccionaron y el mundo continuó girando. Cada persona siguió con su rutina diaria, pero al igual que nosotros, jamás olvidarán el momento y el lugar en el que vieron "caer" de un plumazo las ilusiones de todo un país.
Las caras hasta que salimos del metro eran de absoluta decepción. Se sucedían los corrillos en los que se comentaba y gesticulaba cómo había sido la caída de Liu Xiang, y yo creo que algunos no se lo podían creer, deseaban que no fuese nada más que un mal sueño, pero no, era real.
A nosotros nos impactó ver a tanta gente en una especie de estado de shock colectivo, así que este episodio vivido en el metro de Pekín se convirtió en el principal tema de conversación durante el resto del día y en muchos momentos de los días posteriores.
Cuando llegamos al hotel dejamos nuestras compras en la habitación, unas compras que podríamos decir que se le fueron de las manos a uno de los miembros del grupo, y sino, juzgad vosotros mismos:
Después de varias coñas en las que le decíamos que le iban a confiscar las zapatillas en las aduanas acusándole de querer montar una tienda de deportes ilegal, nos bajamos a la terraza del hotel y compramos unas cervezas y algo de picoteo para cenar.
Así terminamos esta jornada maratoniana con la vista puesta en el siguiente día, cuando visitaríamos la Ciudad Prohibida y sus alrededores...
0 comentarios:
Publicar un comentario
¿Quieres dejar un comentario?
Si tienes más datos relacionados con este artículo o quieres compartir tu propia experiencia, deja un comentario para que el resto de visitantes pueda leerlo.
Por favor, procura que tus comentarios no sean promocionales (spam o publicidad),ilegales u ofensivos, ya que de lo contrario serán eliminados.