Esta fue la jornada que nos hizo cambiar la opinión sobre la ciudad de Pekín, y es que durante nuestros dos primeros días de viaje, el choque cultural, los problemas de comunicación, el calor, la humedad, la contaminación y un largo etcétera nos dejaron un sabor agridulce que hoy cambiaría completamente con la visita a la Ciudad Prohibida y un par de zonas verdes situadas en las cercanías.
A continuación podrás leer todo el relato de este décimo octavo día de nuestro viaje a China...
Después de desayunar en el hotel nos dimos un paseo matinal hasta la estación de metro de Beixinqiao, donde cumplimos con el protocolo de pasar los controles de seguridad y sacar los billetes de metro con los que en pocos minutos nos plantamos en la puerta de la Ciudad Prohibida junto a miles de personas que habían elegido el mismo día y hora para visitar el monumento más importante de la ciudad y uno de los principales atractivos turísticos de todo el país.
Mientras íbamos esquivando grupos de turistas de todas las nacionalidades en dirección a las taquillas bajo un calor y humedad extremos, Sara empezó a sentirse mal y optó por volverse al hotel.
El resto conseguimos llegar a la puerta de entrada, fácilmente reconocible al estar presidida por un enorme retrato de Mao Zedong, el autoproclamado presidente de la República Popular de China en 1949.
Cuando cruzamos bajo el lienzo de Mao, pensábamos que nos tendríamos que marchar sin poder disfrutar de la Ciudad Prohibida al encontrarnos con una auténtica marabunta humana haciendo cola en las diferentes taquillas ubicadas en este primer patio del recinto. Al final no tuvimos que esperar mucho tiempo hasta que llegó el momento de sacar las entradas.
El precio de las entradas es de 60 yuanes (7€) o 20 yuanes (2,40€) si presentáis la tarjeta internacional de estudiante (ISIC), ya que el resto de carnés universitarios que nos habían servido hasta ahora en esta ocasión no los aceptaron.
Al entregar el dinero para pagar el importe de todas las entradas vemos que la taquillera se pone a mirar con lupa (literalmente) uno de los billetes de 100 yuanes que le damos.
Tras tocarlo y mirarlo 20 veces consulta algo con su compañera de taquilla y llegan a la conclusión de que ese billete no lo pueden aceptar y que le demos otro.
Esto nos costó pillarlo, porque nos tocó una taquillera que no hablaba nada de inglés, pero al final mediante gestos y viendo que nos mostraba dos billetes que evidentemente eran distintos, nos dimos cuenta que nos estaba diciendo que uno de ellos era falso.
En un primer momento nos acojonamos un poco porque estábamos intentando colar un billete falso (que hasta ese preciso instante ignorábamos que lo fuese) nada más y nada menos que en la Ciudad Prohibida rodeados por montones de policías y una interminable cola de chinos patriotas agitando pequeñas banderas del país.
Aquí es donde nos dimos cuenta de la procedencia de ese billete falso, ya que aparte de los cajeros y los bancos donde habíamos sacado dinero, el único lugar donde nos habían dado billetes de 100 yuanes fue el hostel de Shanghai. ¡Por eso tardaron tanto los cabr...s de la recepción del Phoenix hostel Shanghai en devolvernos los 300 yuanes de fianza el día anterior cuando hicimos el check-out!
Después de cagarnos en todos los ascendientes y descendientes de los recepcionistas del hostel de Shanghai y una vez pasado este momento de incertidumbre que felizmente no pasó de ser una anécdota más del viaje, conseguimos comprar las entradas, pasamos un nuevo control de seguridad y accedimos al primero de los patios del complejo, rodeado por numerosos pabellones en todas direcciones y atravesado por un canal que podemos cruzar por cualquiera de los cinco puentes que nos encontramos.
Ahora se puede cruzar por cualquiera de ellos, pero antiguamente, solo el emperador podía cruzar por el puente central, la familia real por los dos situados a ambos lados, y el resto de funcionarios tenían que hacerlo por cualquiera de los otros dos situados en los extremos.
Nada más cruzar los puentes subimos los escalones que nos conducen a la Puerta de la Suprema Armonía (Tai he men), que da acceso a la parte más importante del recinto.
A partir de este punto ya podemos sentirnos unos privilegiados, porque desde su construcción allá por el año 1420 hasta 1949 el acceso a todo este gigantesco conjunto arquitectónico estaba reservado al emperador y su corte. Fue en este preciso momento cuando dejamos volar la imaginación y nos imaginamos al emperador paseando a solas por el patio rumbo a cualquiera de los múltiples pabellones de estado repartidos por la Ciudad Prohibida.
Ahora la cosa ha cambiado un poco y hay que compartir el recorrido con centenares de turistas, pero aun así el lugar sigue manteniendo su esencia y majestuosidad.
Seguimos caminando en dirección al Pabellón de la Suprema Armonía (Tai he Dian) al que se puede acceder por cualquiera de las escaleras situadas a ambos lados de una espectacular rampa de mármol con grabados de dragones y custodiada por 18 vasijas de bronce que representaban a cada una de las 18 provincias chinas de la época.
Este era el auténtico corazón de la Ciudad Prohibida, el lugar desde el que el emperador gobernaba y donde recibía a los altos funcionarios de la nación.
Aquí se pueden ver perfectamente algunas de las principales características de la arquitectura china.
Por ejemplo el color del tejado no es aleatorio, ya que existían unas pautas de decoración arquitectónica que establecían el color de las tejas o el número de figuras que se colocaban en las esquinas dependiendo de la importancia del edificio.
En el caso de la Ciudad Prohibida todos los tejados son amarillos, un color reservado exclusivamente a las estancias del emperador.
Además, este pabellón de la Suprema Armonía es el único lugar en el que podremos contemplar hasta 11 figuras en cada una de sus esquinas al ser el edificio más importante de toda la China Imperial.
En la terraza superior nos encontramos dos esculturas de bronce. Concretamente una grulla y una tortuga-dragón que simbolizan el poder eterno y la longevidad.
Desde esta misma terraza se puede ver a lo lejos la estupa La Bai Ta (Pagoda Blanca) de 40 metros de altura situada en el cercano parque Beihai que también visitaríamos tras recorrer la Ciudad Prohibida.
Antes de seguir hasta el siguiente pabellón echamos un ojo al interior de la Sala de la Suprema Armonía, dónde se encuentra el trono del emperador.
A continuación nos encontramos con el pabellón de la Armonía Media (Zhonghedian), dónde el emperador preparaba las ceremonias y descansaba durante su celebración.
Tras este, llegamos al último de los pabellones de esta área, la Sala de la Armonía Preservada, desde donde se ve el acceso a las dependencias residenciales del emperador a las que se accedía tras cruzar la Puerta de la Pureza Celestial que podéis ver en la siguiente fotografía.
El pabellón de la Armonía Preservada es la última de las 3 edificaciones más importantes de la Ciudad Prohibida, pero lo más interesante de este pabellón se encuentra en su exterior. Una impresionante rampa de mármol de una sola pieza tallada con nueve dragones nos aguarda en su fachada norte. ¡Imprescindible!
Después de recrearnos un rato con la rampa de mármol, nos dirigimos hacia la Puerta de la Pureza Celestial para cruzar al patio interior donde se encontraba la residencia del emperador. Delante de la fachada de esta puerta podemos ver varias vasijas doradas de grandes dimensiones que servían como depósitos de agua por si había algún incendio. En total, hay más de 200 recipientes de este tipo repartidos por toda la Ciudad Prohibida.
Antes de entrar, le echamos un último vistazo al pabellón de la Armonía Preservada y a los dos leones dorados que custodian la puerta representando el poder imperial y la prosperidad familiar.
Recorremos algunos de los antiguos aposentos del emperador, como por ejemplo el Palacio de la Pureza Celestial, antes de adentrarnos en los espectaculares jardines Imperiales (Yuhuayuan).
Esta era una zona privada reservada exclusivamente al emperador y su familia. Aquí podemos ver numerosas esculturas, templos, templetes y otros pabellones de menor tamaño que se entremezclan en perfecta armonía con los árboles, arbustos, estanques y rocallas diseminados por sus 12000 metros cuadrados de superficie.
Una vez visitado todo el Jardín Imperial, empezamos a recorrer algunos de los edificios y templos a los que se puede acceder desde el patio interior o los jardines.
Aquí depende de cada uno el tiempo que quiera dedicar a visitar todos estos edificios que albergan desde palacios o museos hasta las antiguas residencias de los hijos del emperador y las casas de sus concubinas, así que tranquilamente os podéis pasar 3 o 4 horas visitando solamente una parte de los casi 1000 edificios que forman parte de esta inmensa ciudad situada en el centro de Beijing.
Abandonamos el complejo por su puerta norte, la Puerta de la Divina Armonía, y cruzamos sobre el foso que rodea completamente la Ciudad Prohibida...
...rumbo a nuestro siguiente destino, las taquillas del parque Jingshan, el lugar perfecto para rematar la visita al antiguo Palacio Imperial Chino con unas vistas impresionantes sobre el mismo y el resto de la ciudad de Pekín desde lo alto de su colina.
Únicamente hay que cruzar una transitada avenida por el paso subterráneo, pagar los 10 yuanes (1,20€) que cuesta la entrada y empezar a subir entre una frondosa vegetación hasta lo alto de una colina de 40 metros para encontrarnos con esto:
Subir aquí un día despejado (me imagino que solo habrá 2 días al año con estas condiciones en Pekín) tiene que ser una auténtica pasada, porque a pesar de la contaminación y la neblina que nos encontramos, las vistas panorámicas sobre el resto de la ciudad eran increíbles.
Mirando hacia el norte nos encontramos en la misma base de la colina el Palacio de Shouhuang, desde donde arranca una larga avenida que finaliza en la Torre del tambor.
Hacia el Este se puede divisar entre las brumas parte del skyline que forman algunos de los mayores edificios de la ciudad...
...mientras que hacia el Oeste lo que más nos llama la atención es el Parque Beihai con su enorme laguna y la estupa de la pagoda blanca de La Bai Ta.
En el siguiente vídeo podéis ver una panorámica Este-Oeste en el que se aprecian perfectamente las gigantescas dimensiones de la Ciudad Prohibida:
Aquí estuvimos un buen rato paseando por la colina y disfrutando de las vistas antes de comenzar el descenso hacia el Palacio de Shouhuang. Una vez abajo, estuvimos dando una vuelta por el resto de los jardines, donde habían montado unas 20 o 30 réplicas de dinosaurios, algunas de ellas con efectos de movimiento y sonido, que hacían las delicias de los más pequeños. Si el emperador levantase la cabeza... jeje.
Os recomiendo que os acerquéis hasta la entrada del palacio, donde os encontraréis tres portadas pintadas con colores muy vivos desde donde hay unas vistas muy chulas de la colina y el resto de los jardines.
Abandonamos el parque Jingshan por su puerta oeste, fácilmente localizable si nos orientamos por la estupa blanca del parque Beihai.
En este punto aprovechamos para comer en un restaurante local que encontramos justo a la salida. Éramos los únicos occidentales y por las caras que pusieron muchos de los comensales y camareros no debía ser muy normal ver turistas extranjeros por allí.
La carta estaba en chino y sin dibujos, así que decidimos coger a un camarero y darnos una vuelta por las mesas mientras señalábamos con el dedo los platos que conseguíamos identificar o que nos parecían comestibles.
El sitio es de los más cutres que hemos pisado en todo el viaje, y la comida tampoco es que fuese algo maravilloso. Lo único bueno fue el precio, ya que comimos los cinco por 127 yuanes (15€) y nos sobró bastante.
Con la tripa llena pero un poco acojonados por las consecuencias digestivas que podría tener esa ingesta de alimentos, nos fuimos directamente hasta las taquillas que permitían el acceso a la isla Qiónghuá, donde está situada la pagoda blanca de La Bai Ta y otros edificios como templos, pabellones...
El precio de la entrada es de 20 yuanes (2,40€), pero merece la pena pagar para poder cruzar por el puente Zhishan y pasear junto al lago mientras contemplamos los templos y pabellones situados en la orilla de enfrente o a los ancianos milenarios que vienen hasta aquí para practicar Taichí, Yoga o echar una partida de backgammon con los amigos.
Nosotros subimos hasta las inmediaciones de la estupa blanca, pero había que pagar una nueva entrada para poder llegar hasta arriba del todo, así que decidimos verla desde esta posición...
...y contemplar desde aquí la colina del parque Jingshan en la que habíamos estado un par de horas antes justo en el momento en que la neblina que nos había acompañado toda la mañana empezó a levantar.
Antes de abandonar la isla entramos en el Templo Yong'an (Templo de la Paz Eterna), situado al final de una empinada escalera que conduce directamente a la estupa que acabábamos de visitar.
La verdad es que este parque invita a la tranquilidad y ayuda a desconectar del frenético ritmo de la ciudad, así que no descartéis pasaros por aquí e incluso alquilar alguna de las barquitas que surcan el lago.
Abandonamos el parque por el puente situado frente al Templo de Yong'an, desde donde es inevitable girarse y echar un último vistazo a la estupa del parque Beihai.
Desde allí comenzamos un largo paseo bordeando la Ciudad Prohibida por una calle que discurre paralela a su muro occidental hasta la estación de metro de Tian'anmen West, donde entramos para volver al hotel a descansar y ver si Sara se había recuperado.
Aprovechamos para contratar con el hotel una furgoneta que nos llevase el día siguiente hasta el tramo de muralla de Jinshanling, situado 140 km al norte de Pekín. En total nos cobraron 900 yuanes (110€), por lo que nos salió a menos de 20€ por persona.
Como todavía nos quedaba mucha tarde por delante decidimos irnos hasta el parque Tiantan, donde está situado el Templo del Cielo, y al que no tardamos mucho en llegar en metro porque era la misma línea que pasaba cerca de nuestro hotel. La estación más cercana es la de Tiantandongmen (línea 5).
Nos fuimos derechos a las taquillas, donde sacamos las entradas a 15 yuanes (1,80€) gracias a nuestros carnets de estudiante. El precio normal es de 30 yuanes (3.60€).
Hay que tener en cuenta que el horario del templo y el resto de puntos de interés es de 8:00 a 17:00, mientras que el del parque es de 6:00 a 22:00.
A nosotros no nos avisaron, pero a lo mejor influyó que intentamos colar de nuevo el billete de 100 yuanes falso, pero aun así aprovechamos para pasear tranquilamente por el parque y contemplar a decenas de vecinos de los barrios cercanos practicando Taichí, jugando a las cartas o participando en clases de baile colectivas en cualquier rincón del parque.
Nos sentamos junto a las puertas de acceso a los templos dedicados al dios del cielo y empezamos a comparar el billete falso con otros verdaderos intentando encontrar las diferencias entre ambos.
Al vernos con los billetes en la mano, se nos acercó una mujer y empezó a enseñarnos todas las diferencias existentes entre un billete auténtico y la falsificación que teníamos mientras intentábamos mantener una conversación mínimamente decente con ella.
Así pasamos un rato bastante largo, pero cuando el sol estaba a punto de esconderse decidimos regresar al hotel y buscar algún lugar cercano donde cenar y poner fin a una nueva jornada en la capital del gigante asiático.
Después de nuestra visita cotidiana a la pequeña tienda donde nos surtíamos de cervezas, patatas y chocolatinas estuvimos un buen rato sentados tranquilamente en el patio del hotel pensando lo poco que nos quedaba para pisar de nuevo otro tramo de la muralla china...
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