A continuación encontrarás el relato completo del último día de viaje y el retorno a España...
Este día nos costó más de la cuenta levantarnos y activarnos, pero está claro, saber que ese iba a ser nuestro último despertar en China desmoraliza a cualquiera.
Tras desayunar, hacer las mochilas, el check out y dejar las mochilas en recepción nos fuimos hacia nuestra estación de metro pekinesa: Beixinqiao.
A tan solo 6 paradas de la misma línea 5 del metro nos bajamos en Tiantandongmen, la estación más cercana a la entrada del Templo del Cielo.
Compramos la entrada que da acceso tanto al parque como al recinto en el que se encuentran los templos por 35 yuanes (4,30€), y como dos días antes habíamos estado paseando por gran parte de sus jardines, nos fuimos directamente hacia el centro del parque para visitar los templos construidos en 1420 y que fueron utilizados durante cinco siglos por las dinastías Ming y Qing para diversas ceremonias imperiales.
El primero que visitamos es la Sala de oración por las buenas cosechas o Qinian Dian. Es el edificio más importante del templo y también el más espectacular.
Un edificio circular de 30 metros de diámetro y 38 metros de altura construido íntegramente de madera y sin utilizar ni un solo clavo se erige sobre una base circular de tres niveles adornadas por unas exquisitas balaustradas de mármol.
Nada más subir las escaleras y encontrarnos de cerca con el edificio se puede apreciar toda la simbología asociada al cielo (tejados azules, formas circulares) y la tierra (formas rectangulares), así como un enorme grado de detalle en cada uno de los grabados y pinturas que decoran el templo...
Simplemente espectacular.
Al asomarnos a su interior seguimos encontrándonos más referencias a la simbología china con los cuatro pilares interiores que representan las cuatro estaciones, las doce columnas intermedias los 12 meses del año, y los doce pilares exteriores que representan las doce horas del día.
De vuelta al exterior se puede ver una rampa de mármol grabada con nubes, dragones y pájaros situada en mitad de la escalera que da acceso al pabellón en la que podemos encontrar más simbología. Si os paráis a contar los escalones de cada tramo siempre os saldrá el número 9. ¿Por qué?, pues tan sencillo como saber que en la tradición china el número 9 es el que se asocia a la buena suerte.
Comenzamos a recorrer el camino ceremonial en sentido contrario, ya que en las ceremonias en las cuales se oraba por una buena cosecha (en primavera), y en la que se daba gracias a los dioses por los frutos obtenidos en el solsticio de invierno comenzaban al sur del complejo e iban avanzando hasta la sala de oración por las buenas cosechas.
Cruzamos la puerta que da acceso al recinto en el que se encuentra el templo situado más al norte...
...y echamos un instante la vista atrás para contemplar por última vez los tres tejados azules de Qinian Dian que parecen fundirse con el cielo.
Continuamos avanzando hacia el sur del complejo por el camino ceremonial junto a decenas de chinos con paraguas que tratan de protegerse de los rayos de sol en un día despejado y sin contaminación en Pekín.
Un muro circular de 6 metros de altura protege el siguiente edificio del complejo.
Este muro es conocido como el Muro del Eco, y es que según dicen, tiene una acústica que permite escuchar lo que dice una persona junto al muro en cualquier otro punto de la pared. No llegamos a probarlo porque con la cantidad de gente y el jaleo que había seguro que no se escuchaba nada.
El interior de este pabellón, conocido como Bóveda imperial del Cielo, también destaca por su decoración y porque todavía se pueden ver algunos de los elementos ceremoniales que se utilizaban en cada uno de los actos del emperador.
A escasa distancia de este pabellón nos encontramos con un enorme recinto cuadrado (que representa a la tierra) en cuyo centro se levanta el Altar Circular o altar del cielo, tres plataformas circulares concéntricas de mármol que representan el infierno, el mundo de los mortales y el cielo
Aquí también encontramos la simbología del número 9 por todas partes, ya que como os comentaba antes es considerado el número de la buena suerte y el número que representa al emperador.
Pero ahí no acaba la cosa, porque si buscamos un poco por la red nos encontramos con que cada nivel está formado por 9 anillos concéntricos que a su vez están formados por un número de losas múltiplo de nueve.
Y para terminar de rizar el rizo, el número total de balaustradas es de 360, también múltiplo de 9 y que a su vez representan los 360 grados de la circunferencia del cielo. ¿Cómo os habéis quedado?
Después de comprobar como la cultura china tenía un potente aliado en las matemáticas, fuimos dando un paseo por los jardines hasta que abandonamos este templo en el que lo terrenal conectaba con lo divino para conseguir buenas cosechas y el favor de los dioses.
Después de comer en las cercanías de nuestro hotel, nos fuimos caminando hasta el Templo del Lama o Yonghegong, el templo budista más importante que existe fuera del Tíbet y uno de los principales templos de Pekín.
El precio de la entrada es de 25 yuanes (3€) y aquí no hay descuentos con el carné de estudiante ni nada por el estilo, pero a cambio incluyen un mini-CD con un vídeo de 5 minutos en el que te hacen un pequeño resumen de lo que nos podemos encontrar en el templo.
En sus diversos patios es fácil encontrar numerosas personas orando y realizando ofrendas a Buda con varillas de incienso que impregnan con su característico olor cada rincón del templo.
Guiados por el humo del incienso que envuelve a los pabellones vamos recorriendo cada uno de ellos para contemplar distintos Budas traídos de lugares como la India, Tailandia o el Tíbet.
En otro de los pabellones podemos contemplar los Budas de las 3 Edades: Sakyamuni (pasado), Kasyapa (presente) y Maitreya (futuro), pero sin lugar a dudas, el más impresionante es un Maitreya de 18 metros de altura construido con una única pieza de madera de sándalo.
Paseando entre los templos nos podemos encontrar con ruedas de plegarias...
...o los omnipresentes leones de Fu que protegen los edificios sagrados.
En sus orígenes este complejo fue la residencia del príncipe Yong, y eso se nota en la arquitectura de los pabellones y edificios que posteriormente se convirtieron en residencia y templo de los lamas de la corte de la orden Geluk.
Una vez finalizada la visita al templo de los lamas no eran nada más que las 17:00 de la tarde, así que todavía teníamos libres varias horas hasta que saliésemos para el aeropuerto.
Nos fuimos dando un paseo de 30 minutos en dirección a nuestro hotel, y de camino volvimos a encontrarnos improvisadas timbas de amigos en plena calle en las que nos parábamos a mirar a ver si éramos capaces de averiguar de qué iba el juego.
Al llegar a la altura del metro de Beixinqiao, Rodo y Sara decidieron marcharse al mercado de la seda en busca de alguna ganga de última hora, mientras que el resto continuamos hacia la calle de nuestro hotel para visitar el Hutong que habíamos descubierto el día anterior.
Al contrario de la noche anterior, nos encontramos con todas las tiendas y comercios abiertos y con la calle a rebosar de gente. Aquí pasamos las 3 horas siguientes entre tiendas de todo a 100, tiendas de artesanía, tiendas de souvenirs, tiendas de ropa y hasta churrerías (sí sí, churrerías con su letrero de churrería y todo), que por cierto triunfan bastante entre los chinos.
Poco antes de volver hacia el hotel nos compramos unas orejas de conejo que habíamos visto mucho tanto en este hutong como en otras zonas de Pekín y que aparte de ser lo más ridículo del mundo, nos hicieron pasar un buen rato cuando se posaron sobre nuestras cabezas. En ese momento sí que nos mimetizamos totalmente con muchos de los chinos que pasaban por allí con sus respectivas orejas conejiles que se vendían como churros en decenas de puestos callejeros y tiendas de souvenirs.
Tras dar la nota durante un rato con las orejas, nos las guardamos en los bolsillos y volvimos al hotel para encontrarnos con Rodo y Sara, recoger las mochilas y prepararnos para salir hacia el aeropuerto.
Tardamos un buen rato en conseguir encajar las compras de última hora en unas mochilas que ya iban hasta los topes, así que tras despedirnos del personal de recepción del hotel nos fuimos a un cruce de grandes avenidas para coger dos taxis que nos llevasen al aeropuerto.
Durante más de 20 minutos se mascó la tragedia, y es que a pesar de ver bastantes taxis ninguno se quería parar a recogernos. Al final logramos hacernos con dos taxis que nos dejaron en el aeropuerto internacional de Pekín unas 3 horas antes de que saliese nuestro vuelo.
Una vez facturadas las mochilas grandes, pasamos los pertinentes controles de seguridad e hicimos tiempo hasta la hora de partida de nuestro vuelo, la 01:20 de la madrugada.
Por delante teníamos 16 horas de vuelo con una escala intermedia de 3 horas en Bruselas, y al final del todo un viejo conocido: el aeropuerto de Madrid Barajas.
Eran las 11:25 de la mañana cuando el avión tomó tierra poniendo el punto y final a nuestro viaje de tres semanas por el gigante asiático. Tres semanas inmersos en una cultura fascinante y totalmente diferente a la nuestra que logró dejarnos boquiabiertos en más de una ocasión al contemplar los imponentes paisajes naturales de Yangshuo o que consiguió ponernos los pelos de punta ante la majestuosa visión de la Gran Muralla o el ejército de guerreros de Terracota en Xi'an.
También es cierto que volvemos un poco asustados con el imparable crecimiento y occidentalización al que se está viendo sometido el país, pero esperamos que sean capaces de mantener vivas sus tradiciones y la esencia de su cultura a la vez que mejoran la calidad de vida y condiciones laborales de su población.
Aunque me encantaría que este Diario de un viaje a China se alargase en el tiempo hemos llegado a la última página, pero en esa última página he querido dejar un hueco para el siguiente fragmento que he rescatado de un mail enviado por uno de mis compañeros de viaje porque creo que refleja a la perfección lo que supuso este viaje para todos nosotros:
Todas las experiencias son un tesoro, y ahora recordadas con un poco más de perspectiva, desde la calma de la rutina adquieren un valor más especial que cuando estás allí y cada día es un torrente de emociones.Han sido tantas cosas que es imposible hacer un resumen, se vive más en tres semanas de viaje que en un año entero en Madrid... el tiempo y la distancia pierden su sentido en China...
2 comentarios:
Ohhh voy a echar mucho de menos las narraciones Chinescas!!! me has hecho revivir el viaje sin moverme de la silla!! y me has sacado muchas sonrisas!! bueno esperaré impaciente que comiences con el de Perú!!!! Muchos besos
Y yo también voy a echar de menos escribir en este diario de viaje a China, pero desde ya estoy empezando a planificar el de Perú.
Ha sido genial revivir un viaje que repetiría tal cual una y otra vez con los mismos compañeros de viaje porque son geniales!
Un beso para una de las más fieles seguidoras del blog y una de las mejores viajeras que conozco ;)
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