Navegaríamos por el lago de agua dulce más alto del mundo, visitaríamos las islas flotantes de los Uros, pernoctaríamos en casa de una de las familias que viven en la isla de Amantaní compartiendo con ellos su casa, su comida e interesantes conversaciones, asistiríamos a una fiesta para turistas en la que tendríamos que vestir sus trajes típicos y terminaríamos el día contemplando un inconmensurable cielo estrellado que se reflejaba en las siempre místicas y misteriosas aguas del Lago Titicaca...
A continuación os dejo el relato completo del primer día de nuestra experiencia en el Titicaca, el lago sagrado de los Incas:
Presupuesto del día (precios verano de 2013):
- Taxi hotel - puerto de Puno: 3 soles(total 4 personas)
- Llama de regalo hecha por la comunidad de Amantaní: 8 soles
- Cerveza Cuzqueña: 7 soles
Total presupuesto para 1 persona: 15,75 soles (4,50€ aproximadamente)
Tasa de cambio utilizada: 1€=3,5 soles
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Meses antes de comenzar el viaje estuve leyendo bastante sobre este lugar, del que pude encontrar decenas de historias y leyendas que giraban en torno a su origen sagrado y semejanzas más que evidentes con el diluvio universal o la creación del hombre que recogen diversas religiones.
De las muchas historias sobre el origen del lago Titicaca, esta es la que más me gustó y la que quiero compartir con todos vosotros:
Cuenta la leyenda que en la zona donde hoy se encuentra el lago, antiguamente se extendía un inmenso y fértil valle dónde los hombres vivían en paz, felices y tranquilos en un auténtico paraíso terrenal.La tierra les proporcionaba todo lo que necesitaban, el clima era perfecto, sin grandes sequías ni graves inundaciones, y sus habitantes no conocían el dolor ni el sufrimiento, el odio o la ambición. Este valle era conocido como Tierra Eterna.
Toda esta riqueza permitió que se desarrollase un pueblo de comerciantes y mercaderes tremendamente próspero que se llamaba Pueblo Eterno (Huiñaimarca), dónde todos sus habitantes poseían grandes cantidades de oro y plata que también adornaban palacios, templos y santuarios.Los Apus, dioses de las montañas, protegían a los humanos y les proporcionaban todas las riquezas que pudiesen desear, pero únicamente les pidieron a cambio que jamás subiesen a la cima de las montañas dónde ardía el Fuego sagrado.
Durante mucho tiempo los hombres no infringieron esta norma, pero el diablo, que también habitaba aquellas tierras, no soportaba ver a los hombres felices y viviendo en paz, por lo que dedicó todos sus esfuerzos a tentar a los habitantes de este valle para que subiesen hasta la cima de las montañas haciéndoles creer que si llegaban hasta el Fuego sagrado poseerían los mismos poderes que los dioses.
Cierto día un grupo de hombres comenzaron a escalar las montañas, pero mientras subían fueron sorprendidos por los Apus, quienes decepcionados por su comportamiento y encolerizados decidieron exterminarlos haciendo salir de las montañas a miles de pumas que devoraron a toda la población excepto a una pareja que logró esconderse.
Los hombres aterrados pidieron ayuda al demonio, que permaneció impasible ante sus súplicas, pero en cambio Inti, el dios del sol, comenzó a llorar amargamente provocando terribles tormentas y lluvias torrenciales que duraron 40 días y 40 noches y que acabaron inundando el valle, dando lugar a la aparición del Lago Titicaca.
Cuando el sol volvió a brillar, la pareja que sobrevivió al diluvio se encontró en el centro de un inmenso lago rodeados por los cuerpos inertes de miles de pumas muertos transformados en estatuas de piedra.
Este es el posible origen etimológico del nombre del lago Titicaca, ya que en las lenguas de esta zona, el Quechua y el Aymara, Titi significa gato o puma, y kaka, piedra. Si las unimos, forman el nombre local con el que se conoce al "Lago de los pumas de piedra".
La explicación "científica" a la formación de este enorme lago situado a una altura media de 3812 metros sobre el nivel del mar no tiene nada que envidiar a todos los mitos y leyendas sobre su origen.
En sus inicios, todo lo que se ve mientras navegamos por el lago estaba sumergido formando parte del lecho marino, o al menos eso atestiguan los fósiles encontrados en los andes y las grandes llanuras del altiplano.
A causa de las fuerzas tectónicas, la Placa de Nazca situada frente a la costa occidental de América del Sur comenzó a deslizarse bajo la gran Placa Sudamericana, generándose una zona de subducción que dio como resultado la elevación del lecho marino y la formación de los Andes, quedando una gran masa de agua salada "atrapada" entre las montañas.
Tras miles de años, el agua se volvió dulce a causa de los aportes fluviales de hasta 5 grandes ríos, la evaporación y las lluvias.
El Titicaca ha sido de gran importancia para el ser humano desde hace varios miles de años, tal y como se demuestra en las pinturas rupestres y los restos arqueológicos encontrados tanto en sus orillas como sumergidos en el fondo del lago. Allí han dejado su impronta las culturas Colla, Lupaka y Pukara, así como la Tiahuanaco, una de las culturas más importantes de Sudamérica desde el 1500 A.C. al 1000 D.C.
De hecho, muchas leyendas andinas sitúan el origen de la humanidad en la Isla del Sol, una de las múltiples islas que salpican las aguas del lago Titicaca.
Es precisamente en esta isla dónde, según estas leyendas, el Dios Wiracocha emergió de las profundidades del lago para crear a sus hijos Manco Capac y Mama Ocllo, a los que encomendó la tarea de fundar un gran imperio en el que los hombres salvajes que habitaban esas tierras aprendiesen las reglas de la vida civilizada y venerasen al Inti, el Dios Sol.
Para ello les entregó un bastón de oro que debían apoyar en el suelo y fundar la capital de su imperio en el lugar dónde éste se hundiese sin la menor dificultad. Desde el lago caminaron durante días hacia el norte sin encontrar la "tierra prometida", hasta que por fin encontraron un valle rodeado por altas montañas dónde la vara de oro se hundió en la tierra. Habían encontrado el lugar. Allí construirían Cuzco, el "ombligo" del mundo, la capital del Imperio del Sol.
Tras esta improvisada clase de geología e historia que sirve para ponernos en situación y comprender la importancia de este lago, comienzo el relato de nuestro primer día en el lago sagrado de los incas:
Nos levantamos sobre las 7:30 de la mañana para desayunar con calma antes de recoger las mochilas pequeñas en las que habíamos metido todo lo necesario para pasar un par de días en medio del Lago Titicaca.
Un taxi nos llevó en unos 10 minutos hasta el puerto de Puno por sólo 3 soles, así que antes de la hora a la que habíamos quedado la tarde anterior con los capitanes de los diversos barcos que hacen el recorrido entre Puno y Amantaní, ya estábamos listos para comenzar nuestro viaje por las aguas que vieron nacer el imperio Inca.
A las 8:20 de la mañana subimos al barco que nos asignaron, dónde además de nosotros y un nutrido grupo de turistas Peruanos también viajaba una familia vasca con la que estuvimos charlando buena parte del trayecto y otras tres españolas que aprovecharon las mochilas amontonadas en la proa para recuperar horas de sueño.
Según nos íbamos alejando de Puno pudimos comprobar de nuevo la poco agraciada arquitectura de esta ciudad...
...pero a medida que nos adentrábamos en las aguas del Titicaca nos olvidamos de Puno y comenzamos a descubrir grandes extensiones de Totora, una planta acuática de enorme importancia para otro de los pueblos que han habitado el lago desde tiempos ancestrales: los Uros.
Durante el trayecto en barco hasta las islas flotantes de los Uros nos llamó mucho la atención el estado del agua. Era como si nos deslizásemos sobre un inmenso espejo que reflejaba aquel cielo de un intenso color azul salpicado únicamente por algunas nubes.
Era algo mágico, porque si mirabas hacia el horizonte parecía que el agua se fundía con el cielo, pero a simple vista era totalmente imposible saber en qué punto sucedía. Visiones como esta son las que muchas veces crean y alimentan todo tipo de leyendas, y es que si en ese mismo momento alguien me hubiese dicho que Manco Capac y Mama Ocllo venían caminando sobre las aguas del Titicaca desde la boliviana Isla del Sol, lo habría creído sin dudarlo un sólo instante.
Tras 1:30 horas de navegación llegamos a una de las islas flotantes de los Uros...
...donde pasamos 40 minutos aprendiendo y descubriendo todos los secretos acerca de la forma de vida y la manera en que construyen sus casas los habitantes de este pueblo del lago.
La historia de los Uros es la de un pueblo descendiente de una civilización anterior a los incas que en sus orígenes vivía en la orilla del lago Uru Uru de Bolivia.
Durante largo tiempo se expandieron por los territorios cercanos mezclándose con quechuas y aymaras y estableciéndose también en las márgenes del lago Titicaca.
Con la expansión del Imperio Inca, el pueblo de los Uros fue sometido y sus habitantes convertidos en esclavos, por lo que tuvieron que huir y buscar refugio en medio del lago, dónde construyeron islas artificiales de totora siguiendo la misma técnica y usando los materiales que utilizaban en la fabricación de sus embarcaciones.
En la actualidad existen unas 30 islas de Uros en el Lago Titicaca, cada una de ellas habitada por un número de familias que oscila entre 3 y 10.
Cada una de estas islas tiene entre 2 y 3 metros de espesor, y están construidas a base de empalmar bloques de raíces de totora que se desprenden del lecho del lago y que tienen una gran flotabilidad.
Sobre estos bloques se van depositando y tejiendo nuevas capas de este tipo de junco que hay que renovar constantemente, ya que debido al peso y al propio proceso de descomposición tienen una vida útil bastante corta.
Para que las islas no sean arrastradas por las corrientes del lago o el viento, se anclan al fondo mediante un ingenioso sistema de palos y cuerdas.
Encima de esta base es dónde construyen sus viviendas y otros edificios comunales (también de Totora), dónde crían a sus chanchos y cuys, y dónde aunque parezca mentira, también cocinan.
Tras las explicaciones sobre su historia, el modo de construcción de las islas y sus técnicas de supervivencia, te dejan unos 10 o 15 minutos para visitar algunas de las casas...
...comprobar como realizan algunas de las artesanías que también se pueden comprar...
...o dar un paseo en sus típicas embarcaciones de totora.
De vuelta al barco comenzamos otra travesía de 2 horas por el lago rodeados por unos paisajes que no se pueden describir con palabras...
... y que nos llevaría hasta Amantaní, la isla en la que pasaríamos la noche en mitad de este remoto pero a la vez mágico lugar.
Al desembarcar, un grupo de mujeres ataviadas con los trajes típicos de esta región nos da la bienvenida. A continuación, se asigna una familia a cada grupo de viajeros mediante un sistema de rotación establecido por ellos mismos entre todos los miembros de la comunidad.
En nuestro caso nos asignaron con la familia de Aurelia, cuya casa está bastante cerca del muelle y con vistas al Titicaca.
En el corto camino hasta su casa tenemos nuestra primera conversación con Aurelia, que nos pregunta de dónde somos, si hemos visitado otras zonas de Perú y que se alegra mucho de recibir en su casa a los "amigos guapos", una expresión que nos hizo mucha gracia y que siempre nos hace recordar los buenos momentos vividos esos dos días en Amantaní.
La casa de la familia de Aurelia es humilde, pero a la vez está limpia y bien cuidada. Cada una de las habitaciones que nos asignan cuenta únicamente con un par de camas, una mesilla de noche y una silla, pero para descansar allí una noche no hace falta nada más. Sobre cada una de las camas se amontonan 2 mantas, aunque nos dice que si somos frioleros y necesitamos más nos deja las que haga falta.
Para mí esto es mucho más de lo que podría esperar de un lugar como este, asilado en mitad de un lago de 200 kilómetros de largo y 65 de ancho a casi 4000 metros de altura, porque yo en mi casa no tengo ninguna ventana desde la que asomarme para contemplar unas vistas como estas. ¿Qué más podíamos pedir?
Después de vaciar las mochilas bajamos hasta la cocina-comedor, dónde Aurelia estaba terminando de preparar nuestra comida. Fuera, en un pequeño cuarto de apenas 2 metros cuadrados está el baño, que consta de una letrina elevada y un cubo, que según nos dice su propietaria, sustituirá por un inodoro con el dinero que consiga de "amigos" como nosotros que se alojan en su casa. En la calle un grifo situado junto a una acequia sirve como lavabo y fregadero.
La hospitalidad de Aurelia que nos abrió las puertas de su casa y compartió con nosotros su comida y muchos otros aspectos de su vida hizo que ésta se convirtiese en una de las mejores experiencias del viaje.
Aún recuerdo su rostro curtido por el sol, fruto de horas y horas de duro trabajo bajo la implacable mirada del Inti, el Dios Sol. También recuerdo su sopa de pasta y quinua o algunas de las conversaciones que compartimos durante la comida y la cena.
En ellas nos habló de las malas prácticas que realizan algunas agencias, que se saltan los turnos rotativos entre las diversas familias de la isla favoreciendo a algunas en detrimento de otras. Esta forma de actuar de las agencias a veces incluye el impago a las familias que han acogido a turistas o la exclusión de algunas familias que no acatan todo lo que las agencias les exigen.
También hubo tiempo para hablarnos de su familia. Ella vivía en otra zona de la isla, dónde se encargaba de cuidar el ganado y del cultivo de quinua, papa... pero cuando le tocaba el turno y podía acoger turistas, volvía a esta parte de la isla.
En Amantaní vivía ella con sus dos hijos pequeños y su madre, a la que pudimos ver en varias ocasiones cuidando de unas ovejas, sentada en la cocina o haciendo sus necesidades en medio del campo como si tal cosa. No tuvimos la oportunidad de hablar con ella, ya que sólo hablaba Quechua o Aymara.
Aurelia hablaba castellano porque había estado trabajando un tiempo en Lima, dónde ahora trabajaba otro de sus hijos como taxista. Además, tenía otra hija en Puno que estaba estudiando turismo.
Su marido trabajaba durante 6 meses como leñador en una zona bastante incomunicada de la selva amazónica cerca de Iquitos, por lo que pasaba mucho tiempo sin recibir noticias suyas y eso la preocupaba bastante.
Gracias a su hermana, Aurelia había dado el paso y había empezado a acoger a turistas en su casa. Nosotros éramos los terceros y el dinero que había conseguido lo estaba invirtiendo en la construcción de otras dos habitaciones más en las que podría acoger a grupos más grandes. De esta manera, pretendía que en poco tiempo su marido pudiese evitar el tener que seguir con el trabajo de leñador que durante tantos meses le alejaba de su casa y su familia.
Estas y otras historias, pero sobre todo la manera de contarlas, son una bofetada de realidad que todos necesitaríamos recibir de vez en cuando para entender que mientras nosotros nos preocupamos por asuntos triviales propios de la sociedad consumista en la que vivimos, en la otra punta del mundo la gente tiene problemas realmente serios que afectan a su propia supervivencia.
Después de la comida Aurelia desplegó ante nosotros un buen puñado de productos elaborados por las mujeres de la comunidad y que vendían a un precio algo elevado, pero como servían para ayudar a todas las familias de la isla, acabamos comprando algunos de ellos.
Podéis elegir entre gorros andinos, guantes, tapices o unos simpáticos llaveros que representan algunos de los animales que se crían en Amantaní. En mi caso elegí una llama de lana que estaba bastante bien, aunque tenía unos ojos que daban mucho mucho miedo...jajaja
Tras la comida, Aurelia nos dijo que si queríamos podíamos echarnos la siesta, pero nosotros decidimos dar una vuelta de reconocimiento por la isla.
Hicimos una primera parada junto a las ovejas de Aurelia, que estaban pastando tranquilamente junto a las aguas del lago.
Aquí aprovechamos para embadurnarnos de protector solar por tercera vez en lo que iba de mañana, porque aunque no lo parezca, el sol pega con fuerza y no queríamos acabar achicharrados cual alemán en Mallorca. Continuamos caminando junto al Titicaca, cuyas aguas estaban bastante frías, así que decidimos no remojarnos los pies y seguir bordeando esta parte de la isla, dónde encontramos un gran cartel en el que aparecían todas las comunidades que viven en Amantaní.
Volvimos a pasar junto al puerto en el que desembarcamos...
...y al final acabamos adentrándonos por las empinadas calles que desembocan en la plaza de Armas.
En este momento volvimos a sentir los efectos del soroche en forma de cansancio extremo y alguna que otra revolución intestinal, pero nada grave. Al final solo estuvimos unos 45 minutos caminando sin rumbo entre las viviendas de Amantaní, cruzando a través de huertas y visitando la plaza de Armas.
Al regresar a casa de Aurelia, nos acompañó de nuevo a la plaza de Armas, dónde se estaban reuniendo todos los viajeros y turistas que iban a pasar la noche en Amantaní.
Desde allí comienza el camino que sube a los cerros de la Pachamama (Madre Tierra) y la Pachatata (Padre Cielo), el mayor atractivo de la isla gracias a sus mágicos y espectaculares atardeceres.
Después de llevar unos 10 minutos esperando a que alguien se decidiese a dar el primer paso y comenzase a subir, preguntamos a unos locales si había que seguir esperando o se podía subir por nuestra cuenta.
Nos dijeron que sí, que comenzásemos a subir siguiendo una de las calles que partían de la plaza y que según ellos llegaba hasta lo más alto de la isla, aunque más adelante unos bonitos carteles informativos nos indicarían lo contrario.
Así hicimos, nos colocamos las mochilas y empezamos a caminar. A los dos minutos muchos nos siguieron dando comienzo una auténtica "peregrinación" hacia los cerros sagrados de Amantaní.
La subida es una pendiente continua que nos permite salvar los 300 metros de desnivel existentes entre el nivel del lago y sus dos cimas, situadas a 4150 y 4120 metros sobre el nivel del mar, y aunque la altura se deja sentir, los paisajes que van apareciendo a medida que se dejan atrás las últimas viviendas consiguen recargar las pilas a cualquiera.
Si pulsáis sobre la siguiente fotografía podréis ayudarnos a resolver el enigma del misterioso punto negro que aparece en el cielo. ¿Pájaro, insecto, avión, OVNI? Si quieres saber más échale un ojo a los comentarios...
Durante toda la subida nos encontramos con numerosos puestos en los que se vendían todo tipo de artesanías andinas, así que aprovechábamos cada uno de ellos para hacer un alto en el camino, hidratarnos y echar un vistazo a lo que vendían.
En uno de estos puestos tuvimos una anécdota muy graciosa. Preguntando por un jersey hecho con lana de alpaca nos pidieron 35 soles. Después de probárnoslo, dijimos que nos gustaba, pero que a ver si nos podían rebajar un poco el precio. 40 soles fue lo siguiente que salió de la boca de la mujer que regentaba el tenderete. Jajaja, ya os podéis imaginar nuestras caras al escuchar un precio mayor al primero. ¿Pero esto qué es, un regateo inverso dónde los precios suben en vez de bajar? ¿Oscilaciones bursátiles? Al final, y después de compartir carcajadas con la mujer del puesto, que pronto se dio cuenta de su error, terminó vendiéndonos el jersey por 30 soles.
En un punto del camino éste se bifurca, así que toca decidir si subimos a la Pachamama o al cerro de la Pachatata.
Nosotros optamos por subir por el sendero que conduce hasta el cerro del "Padre Cielo", en cuyos últimos metros podemos encontrar varios arcos de piedra a modo de puertas que dan la bienvenida al este lugar sagrado.
Al llegar a lo más alto lo primero que hicimos fue asomarnos al templo de la Pachatata, cuyas puertas permanecen cerradas todo el año excepto el tercer jueves del mes de enero, cuando se celebra una fiesta en honor a la dualidad andina (lo masculino y lo femenino, el cielo y la tierra, la Pachatata y la Pachamama), a los que se honra realizando diversas ofrendas y rituales en estos dos templos preíncas.
A continuación dimos una vuelta de 360º por la cima del cerro contemplando los espectaculares paisajes que nos rodeaban mientras tomábamos conciencia de lo afortunados que éramos al poder disfrutar de este momento en el que los últimos rayos del sol iluminaban el cerro de la Pachamama situado frente a nosotros.
Al otro lado, pudimos contemplar el lago Titicaca en toda su inmensidad, así como las costas de Bolivia...
...o la silueta de la isla de Taquile que visitaríamos al día siguiente.
Pero al final, un extraño magnetismo atrapó a todos los que estábamos junto al cerro de la Pachatata en su parte oriental justo en el momento en que el sol que se reflejaba en las inmóviles aguas del lago estaba a punto de desaparecer tras las islas, montañas y nubes que daban forma a esta postal de ensueño.
En ese preciso instante una simple roca se convirtió en la mejor butaca del mundo, esa en la que me pude sentar a contemplar un atardecer que no se puede describir con palabras ni capturar en una sola fotografía. Un atardecer que hay que disfrutar con los 5 sentidos.
A continuación os dejo un vídeo resumen del atardecer en el Titicaca:
Embelesados todavía por el espectáculo que la naturaleza nos acababa de regalar, comenzamos el descenso hacia el pueblo antes de que oscureciese demasiado acompañados por el hijo pequeño de Aurelia, que había venido a buscarnos para guiarnos en la oscuridad hasta su casa.
En cuanto se puso el sol la temperatura comenzó a bajar en picado, así que bajamos bastante deprisa hasta las primeras casas. Una vez allí, tuvimos que encender nuestros frontales para no tropezar y ver dónde pisábamos en medio de la oscuridad.
Una vez en casa de Aurelia, estuvimos cenando y comentando con ella la suerte que tienen de poder contemplar esos paisajes y atardeceres todos los días. Nos estuvo contando cómo se desarrolla la ceremonia en la que se realizan las ofrendas a la Pachamama y la Pachatata y en qué consistía la fiesta a la que íbamos a acudir después de la cena.
Nos contó que es una fiesta en un local comunitario en la que todos los turistas y viajeros vamos vestidos con los trajes típicos, que hay música en directo y que todo el mundo acaba bailando al ritmo de quenas, guitarras y tambores andinos.
El primer paso era vestirnos con los trajes típicos, así que nos entregó tres chullos (gorros andinos) y tres ponchos para que Chema, Jesús y yo nos fuésemos vistiendo. El traje de Bea era más elaborado y tenía más complicación para ponérselo. Primero una falda, después una blusa y por último un cinturón superajustado que a la vuelta de la fiesta fue casi imposible de desabrochar por culpa de un nudo.
Una vez vestidos, nos fuimos caminando por senderos iluminados únicamente por la luz de nuestros frontales hasta el local de la comunidad, dónde pasamos aproximadamente una hora y media en compañía de otros turistas escuchando música andina y participando en las danzas típicas de Amantaní...
...acompañados por nuestra anfitriona Aurelia en el pabellón donde se desarrolló la fiesta.
Al terminar la fiesta volvimos a casa de Aurelia, dónde antes de acostarnos y a pesar del frío que hacía, estuvimos contemplando el soberbio cielo estrellado que se desplegaba sobre nosotros y en el que destacaba una vía láctea perfectamente definida.
A pesar de ser un lugar famoso por decenas de historias en las que se habla de avistamientos y contactos con extraterrestres, no sufrimos ninguna abducción ni tuvimos "encuentros en la tercera fase", pero lo que si sentimos todos fue mucha felicidad y alegría por haber elegido esta isla para pasar una noche en nuestro periplo viajero por el sur de Perú...
2 comentarios:
Acerca del último parrafo, hay un objeto muy extraño en el cielo en la foto N° 27. Saludos
Pues la verdad es que no me había dado cuenta... pero lo peor de todo es que ampliando la fotografía original el objeto es aún más extraño si cabe, porque lo que parece ser un insecto o un pájaro, se convierte en algo que no puedo identificar al ampliar la imagen.
Si pulsáis sobre esa fotografía podréis verla a su tamaño original, a ver si entre todos encontramos una solución al enigma que ha encontrado Tiberio.
Un saludo!
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