Tras superar un último tramo de escaleras podremos decir que hemos logrado concluir uno de los mejores trekkings del mundo, pero al asomarnos al Intipunku o Puerta del Sol, aparecerá ante nosotros la inconfundible silueta de la ciudadela inca más famosa de todos los tiempos.
Te invito a recorrer conmigo los últimos metros del Camino Inca y a disfrutar de una de las 7 nuevas maravillas del mundo moderno: Machu Picchu...
Presupuesto del día (precios verano de 2013):
- Guardarropa de Machu Picchu: 3 soles
- Refresco en la cafetería de Machu Picchu: 13 soles
- Botella de agua pequeña en la cafetería de Machu Picchu: 10 soles
- Refresco en puesto ambulante a la salida de Machu Picchu: 6 soles
- Comida en Aguas Calientes: 35 soles
Total presupuesto para 1 persona: 67 soles (19,50€ aproximadamente)
Tasa de cambio utilizada: 1€=3,45 soles
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Casi sin darnos cuenta la noche ya había terminado para nosotros cuando apenas llevábamos 5 o 6 horas durmiendo. Los guías comenzaron a zarandear las tiendas a las 04:30 de la madrugada para que nos fuésemos desperezando y dejásemos listas las mochilas antes del desayuno, un desayuno que hicimos al raso bajo una carpa de estrellas que flotaban sobre la cordillera de los andes.
Allí, abrigados con todo lo que teníamos a mano e iluminados por la luz de unos 10 frontales, tomamos el último desayuno del Camino Inca.
Los porteadores ya habían recogido la tienda-comedor y la que utilizaban como cocina. Mientras desayunábamos desmontaron todas las tiendas y empacaron el resto del material utilizado a lo largo de los cuatro días de trekking.
El motivo de esas prisas era que los porteadores tenían que llegar a Aguas Calientes temprano para coger uno de los primeros trenes de la mañana y regresar a Cuzco para, casi de inmediato, empezar a preparar todo el material necesario y emprender de nuevo junto a otro grupo de senderistas el Camino Inca.
Después de un desayuno a base de chocolate caliente y unas tortitas sin nata ni sirope dimos los últimos retoques a las mochilas antes de partir.
Cuando por fin nos pusimos en marcha tras despedirnos de los porteadores ya estaba amaneciendo, por lo que al pasar junto a las ruinas de Phuyupatamarca pudimos contemplar algunas de sus construcciones y escuchar una breve explicación acerca de este lugar por parte de nuestros guías.
El sol estaba a punto de asomar tras las cadenas montañosas que salpican toda esta zona de la geografía peruana, así que no perdimos mucho tiempo y seguimos caminando con la vista fija en nuestro objetivo: la montaña de Machu Picchu.
Antes de seguir descendiendo echamos un último vistazo al imponente macizo nevado del Salcantay, en cuya cumbre ya se comenzaban a reflejar los primeros rayos de sol de la mañana.
Aproximadamente una hora después de haber comenzado la última caminata del trekking, el sol ya bañaba con una luz anaranjada tanto la punta de la "montaña vieja" o Machu Picchu...
...como gran parte del valle del Urubamba.
A medida que bordeábamos la montaña pudimos contemplar en todo su esplendor las terrazas de los incas, toda una proeza de ingeniería con la que consiguieron crear unos 50 niveles de andenerías que utilizaron para el cultivo de productos como el maíz o la patata a lo largo de un pronunciado desnivel de unos 200 metros. Son las ruinas de Intipata, situadas a 2800 metros de altura y que se supone que estaban conectadas con el Santuario de Machu Picchu.
A continuación os dejo una vista general de estas ruinas (izquierda) y la escasa distancia con la montaña de Machu Picchu...
...y otra en la que se ve desde un poco más cerca.
La mayor parte del camino transcurre bajo la frondosa vegetación de los bosques tropicales y subtropicales que cubren las montañas que rodean Machu Picchu...
...aunque hay una bajada zigzagueante bastante pronunciada por una zona en la que hay menos árboles y el sol castiga bastante, pero no es muy larga y al final nos encontramos con una fuente de agua fresca y transparente en mitad del campamento de Wiñay Wayna, que toma su nombre de otros restos arqueológicos situados a unos 300 metros de allí.
En este lugar pasamos unos 30 minutos refrescándonos y descansando mientras los guías realizaban las gestiones necesarias para que nos permitiesen el acceso al Santuario Sagrado de Machu Picchu.
A partir de este punto comenzamos un tramo en el que se recorren los últimos 3 kilómetros por un camino empedrado que en muchas zonas iba literalmente suspendido sobre un profundo barranco que descendía vertiginosamente hasta las aguas del río Urubamba. Hay que tener cuidado en esta zona e ir lo más pegado posible a la pared de roca.
No sabemos si fue por las ganas de llegar a nuestro destino o porque los dioses incas nos echaron una mano, pero lo único cierto es que estos últimos metros del Camino Inca los hicimos realmente rápido y sin sufrir un desgaste demasiado acusado teniendo en cuenta la paliza que llevábamos de los tres días anteriores y la "sorpresa" final antes de alcanzar la Puerta del Sol o Intipunku, una impresionante y casi vertical escalera de roca...
...por la que subimos gateando hasta el lugar que todos teníamos en mente desde el primer día de trekking: Intipunku.
Desde allí pudimos contemplar por primera vez la ciudad perdida de los Incas. A menos de 2 kilómetros y recostada sobre la loma de una montaña, Machu Picchu golpeó nuestras retinas con toda la fuerza de sus más de 500 años de historia.
A partir de aquel momento un torrente de emociones y sensaciones se adueñó de todo el grupo; lágrimas, abrazos, saltos de alegría y una enorme satisfacción por haber podido terminar el Camino Inca se mezclaban con otros momentos de intimidad en los que simplemente nos sentábamos en un escalón apartado del grupo para disfrutar de ese momento con el que tantas veces habíamos soñado desde pequeños.
Ante mis ojos tenía todo el santuario, las terrazas, los templos y el mítico Huayna Picchu, la montaña situada junto al recinto de Machu Picchu y que sirve de encuadre perfecto para este mágico lugar enclavado entre montañas cubiertas por una exuberante vegetación.
Pasados esos primeros momentos de "locura", comenzó la sesión fotográfica con la que Bea, Jesús Chema y yo inmortalizamos nuestro paso por el Intipunku...
...mientras esperábamos a que llegasen los últimos miembros del grupo para hacernos una foto todos juntos.
Durante media hora aproximadamente disfrutamos con las vistas del santuario y todo el entorno que lo rodea, pero también aprovechamos para observar las diferentes reacciones de los nuevos grupos que poco a poco iban llegando a esta puerta del sol y contemplaban por primera vez la ciudadela de Machu Picchu.
Si ya de por sí el Camino Inca es una experiencia increíble por sí mismo, encontrarnos con esta majestuosa vista de Machu Picchu al final del recorrido es el mejor final que se podría esperar.
Desde Intipunku todavía nos quedaba una caminata de aproximadamente una hora hasta las primeras construcciones, una hora que se nos hizo eterna al ir caminando bajo un sol de justicia y teniendo siempre a la vista la ciudadela, a la que parecía que no íbamos a llegar nunca.
De camino atravesamos algunos restos arqueológicos que seguramente fueron puestos de control o torres de vigilancia...
...hasta que por fin llegamos a la roca en la que nos pudimos sacar la foto típica con la vista clásica de Machu Picchu.
Desde allí y a pesar del cansancio, el calor y la cantidad ingente de turistas nos quedamos boquiabiertos contemplando las decenas de edificios construidos en la ladera de la montaña, la zona agrícola, el área dedicada al culto a los dioses, las residencias de los incas...Increíble.
Hay centenares de páginas en las que se explica al detalle el significado y el uso de cada edificación y casi me atrevería a decir que de cada piedra, así que es imposible que pueda añadir algún dato más que no esté ya recogido en libros o webs especializadas.
A continuación me limitaré a mostrar varias localizaciones de este complejo, pero si queréis, podéis profundizar un poco más leyendo el artículo dedicado en exclusiva a Machu Picchu en el que os hablo de la historia de su descubrimiento a la vez que aporto algunos datos curiosos, teorías acerca de sus usos...
Después de la fotografía de grupo salimos del recinto porque no está permitido entrar con mochilas y otros objetos. Además, nos tuvieron que sellar el boleto turístico (y si queremos también el pasaporte) para demostrar que habíamos terminado el Camino Inca y que nos permitiesen acceder (de nuevo) al recinto del Santuario Histórico de Machu Picchu.
Mientras nos dirigíamos hacia la salida sucios, llenos de polvo y con evidentes signos de cansancio en nuestros rostros, muchos de los turistas que acababan de acceder al recinto nos preguntaron si habíamos hecho el camino. Cuando les decíamos que sí, algunos nos daban la enhorabuena o nos preguntaban si había merecido la pena, si había sido muy duro...
Mientras nuestros guías sacaban las entradas para todo el grupo, nosotros dejamos las mochilas en el guardarropa (3 soles) y compramos unos refrescos en la cafetería (13 soles), que a pesar de tener un precio que era un auténtico robo, nos sentaron de maravilla al estar recién sacados del congelador.
Cuando ya estuvimos todos reunidos de nuevo en las taquillas, volvimos a entrar y comenzamos una visita guiada de 1:30 horas junto a dos de los guías que nos habían acompañado durante el trekking.
Una vez terminada la visita guiada llegó el momento de las primeras despedidas, ya que algunos miembros del grupo tenían que salir inmediatamente hacia el pueblo de Aguas Calientes porque su tren salía a mediodía.
Los guías también terminaban sus servicios en aquel momento, así que aprovechamos que todavía estábamos todos juntos para entregarles un sobre con una propina (al igual que habíamos hecho la noche anterior con los porteadores) con la que agradecerles todo su trabajo a lo largo de los cuatro días de caminata.
A partir de ese momento el grupo se dispersó y unos decidieron visitar otras zonas del recinto mientras que otros optaron por quedarse descansando y terminar la visita a Machu Picchu.
Nosotros, junto a Eneritz y Mirian, estuvimos caminando y descubriendo otros sectores del recinto durante otras dos horas aproximadamente, y aun así, nos quedaron bastantes cosas por ver, pero después de 4 días de caminata y con el calor que hacía a mediodía ya estábamos bastante cansados y decidimos dar por concluida la visita.
Antes de salir definitivamente unas últimas fotografías...
...y un servidor cazado mientras exprimía al máximo la tarjeta de memoria de la cámara. ¡Hay tanto que fotografiar!
Creo que lo ideal es hacer el camino, visitar Machu Picchu, hacer noche en Aguas Calientes, y volver al día siguiente descansados y con energías renovadas para pasar el día entero paseando entre las ruinas de este alucinante complejo. Lo único malo de este planteamiento es el precio, ya que únicamente la entrada a Machu Picchu cuesta 126 soles (35€ aprox.) o 150 soles (40€ aprox.) en el caso que os interese subir también a Huayna Picchu.
Para ir abriendo boca o para recordar vuestra visita a este lugar considerado como una de las nuevas 7 maravillas del mundo moderno, os dejo las siguientes webs en las que se pueden realizar visitas de 360º por el Santuario Histórico de Machu Picchu:
http://www.airpano.ru/files/Machu-Picchu-Peru/2-2
http://www.machupicchu360.org
http://panoramas.pe/machupicchu100.html
Nada más recuperar las mochilas y bebernos una botella de agua helada, nos fuimos hacia la parada de autobuses con la intención de subir a uno que nos acercase hasta Aguas Calientes, pero cuando nos dijeron que había que pagar $10 (unos 8€ aprox.) por un trayecto de apenas 20 minutos dijimos que ya nos habían engañado bastante con el precio del agua y los refrescos y decidimos bajar caminando hasta el pueblo.
Hasta este momento llevábamos caminados unos 10 kilómetros entre el último tramo del Camino Inca y la pateada por el Machu Picchu, lo que unido a los más de 30 km. de los tres días anteriores nos hizo pensar que caminar una hora más tampoco iba a ser tan duro, pero cometimos un error.
Antes de empezar la bajada por un camino que va atravesando la "carretera" en zigzag por la que suben y bajan los autobuses turísticos, me compré un refresco en un puesto ambulante que encontré a la salida por menos de la mitad de lo que me habían cobrado dentro (6 soles).
El camino hasta que llegamos al río Urubamba no tiene nada especial, aunque si no habéis hecho el camino previamente puede que sí os resulte atractivo.
Una vez abajo, tuvimos que cruzar un puente colgante (izquierda)...
...que va paralelo a otro puente igual de destartalado utilizado por los autocares y el resto de vehículos a motor.
El resto del camino hasta el pueblo de Aguas Calientes es un poco peligroso, ya que discurre por una carretera sin asfaltar por dónde los autobuses pasan a toda velocidad, pero al menos el cañón por el que fuimos caminando era bastante bonito.
En total, la caminata desde Machu Picchu hasta la plaza de Manco Capac, situada en el centro de Aguas Calientes, fue de 3,5 km. una distancia que terminó por dejarnos totalmente reventados y con las piernas temblorosas.
Esta plaza y la calle que transcurre junto al río son los únicos atractivos de este pueblo exclusivamente turístico en el que únicamente encontramos hoteles y lugares para comer.
Como no teníamos previsto gastar prácticamente nada a lo largo de los 4 días de trekking, el presupuesto que llevábamos para comer el último día en Aguas Calientes se nos había esfumado, así que tuvimos que cambiar unos cuantos euros que habíamos llevado por si surgía algún imprevisto y para no quedarnos con el culo al aire si le pasaba algo a la maleta que habíamos dejado en el hotel.
Al ser un sitio tan turístico, el cambio fue mucho peor que en Cuzco, pero como teníamos que comer nos tuvimos que conformar con el cambio que nos propusieron.
Con los soles necesarios para comer en el bolsillo, entramos en uno de los innumerables restaurantes turísticos que pueblan los bajos de los edificios de esta localidad.
Para que os hagáis una idea, el precio medio rondaba los 35 soles (unos 10€) por un plato de pasta o una pizza y la bebida. Prácticamente precios occidentales.
Después de una larga sobremesa cargamos nuestras mochilas a la espalda y dimos un paseo por Aguas Calientes en dirección al mercado situado junto a la estación de trenes, dónde estuvimos más de media hora callejeando entre decenas de puestos repletos de artesanías andinas y recuerdos de Machu Picchu mientras hacíamos tiempo a que llegase la hora de subir al tren.
Al llegar a la estación de trenes de Aguas Calientes nos encontramos con una inmensa cola que, milagrosamente, se disipó en cuestión de minutos una vez que se abrieron las puertas y pudimos ir pasando en busca de nuestro vagón.
Por fin nos sentamos en los asientos asignados y pudimos deshacernos de las mochilas con las que habíamos tenido que cargar durante cuatro días.
Cuando a las 18:45 el tren se puso en marcha ya era totalmente de noche, por lo que no se veía nada al otro lado de la ventanilla. Pronto el cansancio acumulado y el traqueteo del tren hizo mella en todo el vagón, que poco a poco fue quedando en silencio a medida que la inmensa mayoría de sus viajeros iban quedándose dormidos.
Prácticamente no nos enteramos de este trayecto en tren hasta Ollantaytambo, dónde nos bajamos para subir a un autobús que nos estaba esperando para llevarnos de regreso a Cuzco.
Yo creo que esta vez no duramos ni 5 minutos despiertos. Con las luces apagadas, todos terminamos durmiendo en el minibús que en poco más de 1 hora nos dejó en la Plaza de Armas de Cuzco.
Eran prácticamente las 22:00 y todos íbamos con unas ganas tremendas de volver a nuestros respectivos hoteles para ducharnos y descansar en condiciones, pero eso no impidió que pasásemos unos últimos 10 minutos con los que habían sido nuestros compañeros de caminata durante las cuatro jornadas anteriores. Sabíamos que a la mayoría de ellos no los volveríamos a ver en la vida, a otros sería más fácil al vivir en España, pero aun así, fueron unos momentos de tristeza, recuerdos y despedidas que compartimos todos juntos.
Ya no recuerdo si cenamos algo o si volvimos directamente al hotel, pero lo único que sí sé es que tras ducharme me fui directo a la cama y que dormí como nunca. Había que recuperar parte de las fuerzas perdidas durante los cuatro días anteriores y cargarnos de energía para un nuevo desafío: al día siguiente volábamos a Puerto Maldonado para adentrarnos en la selva peruana...
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