Ni siquiera los exploradores españoles en su afán de conquista y acopio de oro fueron capaces de encontrarla. Allí, oculta y en silencio entre las brumas y nieblas de las montañas peruanas, tuvieron que pasar varios siglos hasta que por fin algunos de sus secretos y misterios pudieron salir de nuevo a la luz gracias al interés de un profesor de universidad estadounidense al que le fascinaba la historia de los últimos Incas y cuyo mayor anhelo era encontrar la ciudad perdida de Vilcabamba, considerada la última capital de los Incas tras la conquista española...
El mes de Julio de 1911 estaba llegando a su fin cuando el explorador y profesor de historia Sudamericana Hiram Bingham llegó a la pequeña aldea de Mandoral en el valle de Vilcabamba junto con una expedición financiada por la universidad de Yale.
Allí conoció a Melchor Arteaga, un campesino de la zona que le habló de la existencia de unas cercanas ruinas Incas plagadas de tesoros.
Rápidamente Bingham lo contrató como guía y le pidió que le llevase hasta ese lugar. Durante varias horas la expedición avanzó por un complicado camino que atravesaba una zona de frondosa vegetación y altas montañas bajo una fina lluvia que hacía el camino aún más peligroso, pero no encontraban rastro alguno de las fantásticas ruinas de las que le había hablado el campesino.
De repente, la maleza dio paso a una zona desarbolada en la que algunas familias trabajaban en varios campos de cultivo ubicados en unas impresionantes terrazas agrícolas.
Tras una breve charla con los campesinos, Melchor Arteaga le dijo a Bingham que Pablo Recharte, el hijo de una de las familias, le podía llevar hasta otro lugar situado en lo alto de la montaña en el que había muchas más ruinas.
El profesor no se lo pensó dos veces y comenzó a caminar en ese mismo instante tras el chico hacia lo alto de la montaña. El resto de la expedición prefirió quedarse a descansar con los campesinos, pero el Sargento Carrasco no tuvo más remedio que acompañarle porque tenía que hacer de intérprete con el chaval, que únicamente hablaba el Quechua.
El chico, de apenas 10 años, subía rápidamente abriéndose paso entre la maleza, mientras que el arqueólogo agotado por el esfuerzo y afectado por la altura apenas podía seguirle el paso.
"¡Por aquí señor Bingham! ¡Ya casi hemos llegado!".
Por fin, tras un duro e interminable ascenso, el niño se detuvo al llegar a un peñasco, se giró, miró al profesor y le dijo: "Señor, aquí está la ciudad de los dioses".
Espoleado al ver tan cerca su destino, Hiram Bingham recorrió casi sin aliento los últimos metros del camino hasta que al fin, tras apartar un par de ramas, quedó paralizado e impresionado ante la magnífica visión que apareció ante él: una enorme sucesión de ruinas parcialmente ocultas por la maleza que se extendían hasta dónde sus ojos y la niebla le permitían ver...
Allí estaba, tras más de 3 siglos de abandono, el antiguo asentamiento inca permanecía prácticamente intacto. Únicamente los techos de paja que cubrían templos y viviendas habían desaparecido, pero el resto de construcciones se habían conservado excelentemente. Todo un entramado de calles, plazas, escalinatas, fuentes, acueductos, observatorios, viviendas y templos daban forma a una inmensa e inaccesible ciudad perfectamente integrada con el entorno natural que la rodeaba en la que Bingham no pudo encontrar ningún indicio de incendios, batallas o edificios demolidos.
Los Incas abandonaron este lugar por algún motivo que desconocía y desde entonces nadie más había vuelto a habitar entre aquellos muros.
La noticia de su descubrimiento fue todo un acontecimiento a nivel mundial, por lo que no le costó mucho esfuerzo lograr la financiación necesaria para enviar nuevas expediciones a Machu Picchu, en las que participaron entre otros el gobierno peruano, la universidad de Yale y la National Geographic Society.
Entre 1912 y 1915 Bingham lideró varias expediciones en las que se limpió la maleza que cubría las ruinas, se excavaron antiguas tumbas incas, se limpiaron las terrazas agrícolas y se recuperaron gran cantidad de objetos arqueológicos de incalculable valor científico, aunque no fue hasta 1913 cuando Machu Picchu se dio a conocer al mundo con la publicación de un artículo en el que se hablaba del hallazgo de esta ciudadela inca en la prestigiosa revista de divulgación científica National Geographic.
A pesar de la importancia de estas ruinas, Hiram Bingham murió creyendo que había descubierto los restos de la mítica Vilcabamba, pero estaba equivocado.
Varias décadas después fueron Antonio Santander Caselli y Gene Savoy los que encontraron los auténticos restos de la última morada de los incas, unas ruinas que el propio Bingham ya visitó en su momento y que bautizó como Espíritu Pampa, pero que dejó de lado al compararlas con la grandeza de Machu Picchu.
Esta es la historia del redescubrimiento de Machu Picchu, un lugar que realmente nunca llegó a quedar deshabitado como el propio Bingham pudo comprobar con las familias que trabajaban y vivían en las terrazas inferiores del complejo.
Aunque existen otras personas a las que se les atribuye el "redescubrimiento" de la ciudadela sagrada de los Incas, la versión oficial es que fue el "Indiana Jones de Yale", Hiram Bingham, el que consiguió devolver a su máximo esplendor uno de los complejos monumentales más imponentes y mágicos de todo el mundo al convertirse en la primera persona en reconocer la importancia de estas ruinas, un lugar que fascina a todo aquel que lo visita y que hoy en día sigue dejando con la boca abierta a científicos, arqueólogos e historiadores de todos los rincones del planeta.
Tras esta reseña histórica acerca del descubrimiento de Machu Picchu, a continuación desglosaremos algunos de sus rincones más importantes para que no se os quede nada en el tintero durante vuestra visita a este mágico asentamiento Inca.
Antes de nada, os recomiendo echarle un vistazo al siguiente plano para que os hagáis una idea de cómo está dividido y organizado el recinto. Si pulsáis sobre la imagen, podréis ampliarlo y descargar el plano a su tamaño original.
Fuente: traveltocusco.org
Los arqueólogos han dividido el área edificada de Machu Picchu, que mide 530 metros de largo y 200 metros de ancho, en dos zonas claramente diferenciadas y separadas por un muro, un foso y una escalinata: la zona agrícola, formada principalmente por las terrazas y andenes de cultivo...
...y la zona urbana, que a su vez podemos dividir en 2 sectores:
Sector Hanan o Barrio Sagrado, dónde se encuentra el Templo del Sol, el Palacio Real, la residencia del Sumo Sacerdote, la Habitación de las Tres Ventanas, el Templo Principal y el Intihuatana.
El recorrido habitual comienza visitando el Templo del Sol, un recinto formado por una estructura circular a modo de torreón con bloques de piedra finamente labrados. Aquí se supone que se celebraban las ceremonias sagradas en honor al dios Inti (Sol), siendo la más importante la celebrada en el solsticio de verano.
Bajo el torreón se puede contemplar una especie de mausoleo excavado en la misma roca que soporta el Templo del Sol en el que se especula que estuvo enterrada la momia del gran Inca Pachacútec.
Desde las inmediaciones se puede contemplar perfectamente el fino trabajo de mampostería y el encaje casi perfecto de los bloques de piedra que forman el Torreón.
Dentro del Palacio Real pudimos encontrar algunas rocas tan curiosas como esta, que parecía haberse utilizado como mortero o lugar de preparación de la chicha (bebida de maíz para uso ceremonial).
Muy cerca del Templo del Sol parten una serie de fuentes ceremoniales dispuestas en escalera que se pierden ladera abajo en las que se puede observar un cuidadoso trabajo de canalizaciones y pulido de las piedras que conforman cada uno de los 16 estanques de esta construcción conocida como "Escalinata de las fuentes".
Poco después nos encontramos con otra de las edificaciones más importantes y simbólicas de este sector, la Habitación de las tres ventanas.
Aquí se pueden ver los restos de una habitación en el que se conserva un muro con tres ventanas orientadas hacia el lugar por el que sale el sol, y junto al único pilar que servía de soporte para el tejado, se puede contemplar la típica piedra en la que aparecen representados los tres niveles en los que la civilización inca dividía el mundo andino: el mundo de arriba, el cielo y la espiritualidad (Hanan Pacha), el mundo presente o mundo terrenal (Kay Pacha) y el mundo de abajo o mundo de los muertos (Uku Pacha).
Junto a éste templo encontramos otro que los expertos consideran como el más importante de la ciudadela, y que se conoce como Templo Principal. Allí se llevaron a cabo los principales rituales sagrados y las celebraciones más importantes durante los años de máximo apogeo de Machu Picchu.
La grieta que se puede apreciar en una de las paredes del templo tiene diferentes interpretaciones. Unos dicen que se ha creado porque el templo nunca llegó a estar terminado y que por lo tanto le falta el soporte necesario para que el muro no cediese, mientras que otras teorías hablan de que un corrimiento de tierras provocado por alguno de los múltiples movimientos sísmicos que sacuden el Perú cada cierto tiempo, ha provocado esta grieta.
En la Plaza Sagrada situada entre los dos templos anteriores, hay una curiosa piedra que reproduce la forma de la Cruz del Sur, una constelación que se utiliza en el hemisferio Sur para orientarse en la noche.
Esta piedra está orientada de Norte a Sur, tal y como se puede comprobar con cualquier brújula.
A escasa distancia podemos ver una impresionante edificación piramidal, en cuyo punto más alto nos encontramos con el Intihuatana o "lugar dónde se amarra el sol".
Esta piedra situada en lo más alto de la colina es uno de los objetos más estudiados de Machu Picchu, ya que según algunos estudios, se utilizaba como reloj solar y para medir el tiempo mediante la lectura de las sombras proyectadas por el sol.
También se cree que era un observatorio astronómico y que estaba alineado con algunas constelaciones de tal manera que los Incas podían saber en todo momento en qué época del año estaban y predecir la época de lluvias, los mejores periodos para el cultivo...
Desde este punto, uno de los más altos del área urbana de Machu Picchu, se puede contemplar el sobrecogedor paisaje en el que está enclavada esta fascinante ciudadela construida a los pies del viejo pico que le da nombre.
También nos sirve para darnos cuenta de la altura a la que los Incas construyeron su imponente ciudad, y es que el río Urubamba serpentea a lo lejos en lo más profundo de un valle situado 450 metros por debajo de nuestros pies.
Si miramos hacia el Este nos encontramos con la Plaza Principal de Machu Picchu, que sirve como eje divisorio entre el sector Hanan o Barrio Sagrado en el que nos encontramos y el sector Hurin o sector bajo, que es dónde se encuentran la zona industrial y el barrio popular, el área de la ciudad en la que se concentran los talleres y la mayoría de las viviendas de la población común.
Sector Hurin o barrio popular:
En nuestro recorrido hacia la zona de la ciudad en la que vivían y trabajaban las clases más bajas de Machu Picchu, atravesamos la Plaza Principal mientras echamos un vistazo a la montaña que da nombre a este lugar y a la colina escalonada en la que se sitúa el Intihuatana y que acabamos de abandonar.
Desde esta plaza parte el camino para subir al Huayna Picchu, otra de las montañas emblemáticas entre las que está enclavada la ciudadela. En su camino se puede contemplar la Roca Sagrada, una curiosa roca que marca el extremo norte de la ciudad y cuya silueta es similar a la de las montañas situadas justo enfrente y que supuestamente los Incas utilizaban para realizar mediciones astrológicas.
Uno de los primeros grupos arquitectónicos que se visitan en este sector es el de las Tres Portadas, que está formado por tres grandes Kanchas (composición básica de la arquitectura inca que consiste en varios recintos rectangulares agrupados en torno a un patio que albergaban viviendas, talleres...)
En este sector se nota que los trabajos de mampostería no son tan cuidados como en el Barrio Sagrado, pero aun así impresiona ver la organización y distribución de las construcciones aprovechando la complicada orografía del terreno.
Tras caminar durante un buen rato entre las viviendas y talleres repartidos por este sector, volvimos a la Plaza Principal para abandonar la zona urbana...
...y dirigirnos hacia la zona agrícola, lugar en el que está situada la entrada y salida a Machu Picchu, no sin antes echar un último vistazo a este monumental conjunto arquitectónico.
Puede que ya haya pasado más de un siglo desde su descubrimiento y que el complejo haya sido objeto de cientos de estudios de todo tipo, pero hoy en día éste sigue siendo un lugar envuelto por el misterio en el que todavía son muchas las preguntas que quedan por responder:
¿Existirán más ciudadelas como ésta o incluso más sorprendentes que Machu Picchu aún ocultas entre la vegetación de los andes?
¿Existen más sectores que aún no se han descubierto?
¿Se adentraron los antiguos incas en las entrañas de la montaña sobre la que se erige la ciudadela?
Si los conquistadores españoles nunca llegaron a descubrirla, ¿Por qué la abandonaron los incas?
Si este artículo os ha sabido a poco y queréis realizar una visita virtual a este lugar considerado como una de las nuevas 7 maravillas del mundo moderno, aquí os dejo los enlaces a varias webs en las que podréis realizar visitas de 360º por el Santuario Histórico de Machu Picchu:
http://www.airpano.ru/files/Machu-Picchu-Peru/2-2
http://www.machupicchu360.org
http://panoramas.pe/machupicchu100.html
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