Tal y como escribió el propio Thomas Edward Lawrence en su libro "Los siete pilares de la sabiduría", Wadi Rum es un lugar "inmenso, solitario, como tocado por la mano de Dios"...
Éste no es el típico desierto formado por dunas de arena, aquí se combinan grandes extensiones de terreno arenoso con gigantescas moles rocosas de color rojizo que constituyen uno de los paisajes desérticos más cautivadores del planeta.
A lo largo y ancho de su extensión podremos ver como la acción conjunta del viento y la lluvia han labrado desde puentes de roca...
...hasta estrechos cañones en los que guarecerse del calor del desierto y abastecerse de agua en alguno de sus aljibes naturales.
Aquí y allá emergen gigantes de arenisca que se elevan por encima de los 1600 metros de altura...
...pero también hay otras caprichosas formaciones más pequeñas que parecen tener los días contados y que nos permiten hacernos una idea de las duras condiciones del desierto jordano.
Si a todo esto le sumamos la imaginación del ser humano y el márketing de los beduinos que organizan las excursiones por el desierto, nos encontramos con rocas en las que "se puede ver" la silueta de una cara o la proa de un barco. Cada uno que saque sus propias conclusiones, pero lo que no se puede negar es que muchas de estas formaciones son cuanto menos sorprendentes.
Como ya habréis podido comprobar, los colores predominantes en este desierto son los de tonalidades anaranjadas, rojizas, amarillentas y rosadas que podemos encontrar tanto en las acumulaciones de arena que el viento deposita contra las paredes rocosas como en el mar de arena que baña los gigantes de barro a los que se asemejan algunas de sus montañas.
Desde la prehistoria distintas culturas han hecho de esta región su hogar tal y como atestiguan los restos de presencia humana que se han encontrado en la zona, como por ejemplo estos petroglifos nabateos realizados por el mismo pueblo que construyó la ciudad de Petra.
También se han encontrado pequeñas cuevas en las que supuestamente se refugiaban los antiguos pueblos nómadas del desierto y dónde el propio Lawrence de Arabia pasó algunos años de su vida.
Parece mentira que siglos atrás, este lugar pudiese estar frecuentado por las caravanas de comerciantes que se aventuraban entre las arenas del desierto para llevar sus mercancías a la cercana Petra.
En una de las paradas que hicimos dejé volar la imaginación y visualicé una hilera de mercaderes procedentes de la India o China que guiaban a un grupo de camellos que llevaban en sus repletas alforjas todo tipo de especias, perlas, seda, marfil y piedras preciosas. Pasaron ante nosotros con paso lento pero constante intentando soportar el tórrido sol del sur de Jordania mientras dejaban atrás esos desolados parajes que tanto estábamos disfrutando.
Y si de día el desierto de Wadi Rum es un lugar único, al caer la tarde se convierte en todo un espectáculo para la vista.
Desde una colina cercana al campamento beduino en el que pasaríamos la noche pudimos ver una de las puestas de sol más bonitas que os podáis imaginar.
Como si de una gigantesca pantalla de cine se tratase, toda la extensión de desierto que abarcaba nuestra vista comenzó a proyectar un juego de luces y sombras totalmente indescriptible.
Me vinieron a la memoria algunas imágenes similares que pude contemplar el año anterior en el Oasis de la Huacachina (Perú), y es que me reafirmo en mi convicción de que el atardecer es el mejor momento para contemplar un desierto.
A esta hora no queda ni rastro del calor agobiante que inunda el desierto durante el día y la luz que lo baña todo es mágica porque nos permite ver como va cambiando la tonalidad de la arena y las rocas desde unos colores amarillentos a otros anaranjados, rojizos y magentas.
Así estuvimos durante una hora, contemplando este espectáculo de la naturaleza hasta que el sol se ocultó en el horizonte, momento que aprovechamos para caminar por las dunas y echar un último vistazo al paisaje que nos rodeaba.
Y qué mejor manera de terminar que sentados sobre las todavía templadas arenas del desierto tomando un té beduino preparado a la antigua usanza mientras poco a poco la noche avanzaba sobre nuestras cabezas y las primeras estrellas comenzaban a brillar en un cielo infinito...
Organiza tu visita:
Wadi Rum se visita normalmente en tours organizados por beduinos que conducen un 4x4 con el que se realiza una ruta por el desierto en la que se pueden ver muchos de los lugares relacionados con Lawrence de Arabia, aunque también existen otras rutas en las que se visitan otras zonas del desierto menos turísticas pero igual de espectaculares.
También se puede combinar con paseos a camello, vuelos en globo al amanecer o vuelos rasantes en ultraligero, y existen numerosas rutas de senderismo y turismo de aventura que duran desde uno a varios días.
Diseminados por todo el desierto encontraréis muchos campamentos beduinos en los que podréis tomar un té, comer algunos platos típicos de la gastronomía beduina o incluso pasar la noche durmiendo en una haima en mitad del Wadi Rum.
Por mi experiencia, os recomiendo hacer noche en un campamento aislado en mitad de la nada y de tamaño pequeño o medio, ya que hay zonas en las que se agolpan varios macro campamentos en los que hay demasiada gente y que por la noche se convierten en una discoteca ibicenca. Si es lo que buscas, perfecto, pero si quieres una experiencia diferente en el desierto para estar tranquilo y poder contemplar el cielo nocturno, huye de estos lugares.
- Traslado desde Petra al campamento de Wadi Rum, cena, alojamiento y desayuno en campamento beduino, excursión en 4x4 por el desierto, comida y traslado hasta Áqaba: 45 JOD (50€ aprox./persona)
- Duración del recorrido en 4x4: 2 horas
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