Mezquita de Solimán el Magnífico

Ésta es la mayor mezquita de la ciudad de Estambul, y para muchos, también la más bella.
Se construyó en tan solo 7 años (1550-1557) bajo las órdenes del sultán otomano más rico y poderoso de la historia: Solimán I, más conocido como Solimán el Magnífico.
Para su diseño escogió al mejor arquitecto que haya tenido el Imperio otomano, Mimar Sinan, al que se le compara con genios contemporáneos del renacimiento como Palladio, Miguel Ángel o Juan de Herrera.

Todo lo anterior unido a su estratégica ubicación sobre una de las siete colinas en las que se asentaba la antigua Estambul, desde la que se domina toda la ciudad y con el Cuerno de Oro a sus pies, han convertido a esta mezquita en una de las visitas imprescindibles de la capital turca.

La Mezquita Azul, Santa Sofía y la Mezquita de Süleymaniye (o Mezquita de Solimán el Magnífico) son las tres visitas imprescindibles, en lo que a templos se refiere, de la ciudad de Estambul. Los dos primeros están en el meollo turístico de la ciudad y siempre tienen ingentes cantidades de visitantes que impiden disfrutar plenamente de cada uno de sus detalles.

Con la Mezquita de Süleymaniye ocurre exactamente lo contrario. A pesar de aparecer en todas las guías y estar incluida su visita en la mayoría de viajes organizados, su relativa lejanía al centro de Estambul nos regala estampas de soledad y recogimiento bañadas por un silencio sobrecogedor que convierte la visita a este inmenso templo en una experiencia mucho más gratificante que la que podemos vivir en sus dos famosas hermanas.

Ni los daños provocados por numerosos incendios y terremotos, y ni siquiera una explosión de las armas que se almacenaban en su patio durante la I Guerra Mundial, han conseguido borrar de las calles de Estambul la silueta de una de las mezquitas más admiradas y visitadas de la ciudad. Las reconstrucciones y reformas llevadas a cabo a lo largo de su historia han logrado transportarnos 500 años atrás en el tiempo y devolver la grandeza de épocas pasadas a este magnífico edificio.

La entrada es gratuita, pero al igual que sucede en las demás mezquitas, este es un lugar sagrado y para poder acceder hay que respetar una serie de normas como quitarse el calzado y vestir con la ropa apropiada.
Para las mujeres, es obligatorio cubrirse las piernas y usar un pañuelo que tape la cabeza y los hombros.

Silencio, elegancia y grandiosidad.

Esas fueron las sensaciones que nos transmitió el templo nada más acceder a su interior. Tres o cuatro personas rezaban en silencio arrodillados sobre la mullida y vistosa alfombra roja que tapiza la totalidad del suelo de la mezquita. Junto a nosotros, no más de 6 o 7 turistas completaban el aforo de Süleymaniye en ese momento.

Un inmenso espacio diáfano de 58x57 metros da la bienvenida a los visitantes. En él destacan cuatro imponentes columnas que soportan el domo central, de 27 metros de diámetro y situado a 53 metros de altura en el que se puede apreciar una decoración austera pero elegante.

Este domo está flanqueado por varias semicúpulas y hasta 200 ventanas, algunas de ellas con vidrieras de colores, que aportan luz al interior. Desde lo alto de la cúpula cuelga una impresionante lámpara que ayuda a complementar la iluminación natural.

El resto de la decoración interior también es bastante sutil y sencilla, con algunas pinturas en tonos rojos y grises que realzan a los arcos de la galería que recorre el perímetro de la nave central.
También hay zonas en las que podemos contemplar los famosos azulejos de Iznik y elementos ornamentales diseñados en marfil, nácar y madera. El mimbar y el mihrab son de mármol blanco y en su diseño también prima la simplicidad.

Fuera del templo propiamente dicho, nos encontramos con un gran patio porticado rodeado de columnas realizadas en mármol, granito y porfirio.

En el centro podemos ver una fuente que se enmarca con la gran cúpula central y el resto de semicúpulas que cubren el magnífico interior de la Mezquita de Solimán el Magnífico.

Cuatro minaretes situados en las esquinas del patio rematan el conjunto al elevarse hasta los 72 metros de altura. Y os preguntaréis, ¿por qué unas mezquitas cuentan con 4 minaretes y otras solo con dos? Pues bien, la explicación es que tan sólo las construcciones del sultán pueden tener 4 minaretes, mientras que las de los príncipes y princesas solo pueden tener dos.

En los jardines que rodean el patio y la mezquita se pueden visitar los mausoleos de Solimán el Magnífico y su esposa favorita Roxelana, así como las tumbas de su hija Mihrimah y las de los sultanes Suleiman II y Ahmed II.
En agradecimiento al trabajo realizado, Solimán le entregó unos terrenos a su arquitecto imperial Mimar Sinan junto al muro norte de la Mezquita. Allí vivió el resto de su vida hasta 1588, cuando murió a la sorprendente edad de 98 años. En ese mismo lugar está enterrado en una tumba que él mismo diseñó.

Junto a estos jardines y no lejos de la mezquita todavía se conservan muchos de los edificios que formaban parte del Kulliye, un complejo imperial que contaba con un hospital, cuatro madrasas, una biblioteca, unos baños o hammam, un caravanserai y un comedor de beneficencia.

Terminamos la visita al atardecer, pocos minutos antes de que la llamada a la oración desde los minaretes de la mezquita retumbase en su patio vacío y se extendiese por los callejones cercanos a esta auténtica joya arquitectónica que en su día llegó a competir en tamaño e importancia con la majestuosa Santa Sofía.

Organiza tu visita:

• Horario: abre todos los días de 9:30 a 16:30 (Cerrada al turismo durante las horas de oración)
• Precio de la entrada: entrada gratuita
• Duración de la visita: 30 minutos - 1 hora
• Cómo llegar: La Mezquita de Süleymaniye está situada en Profesör Sıddık Sami Onar Caddesi 1, a espaldas de la Universidad de Estambul y relativamente cerca del Gran Bazar y el Puente Gálata.
• Transporte: Tranvía (línea T1): Estación de Eminönü.
• Visita Virtual en 360º: http://www.aramcoworld.com/issue/200605/suleymaniye/tour.htm